Monthly Archives: octubre 2016

¿Por qué fijarse en las ciudades medievales?

Tristes tópicos; uno de nuestros temas preferidos en el blog. Y es que parece que pocas cosas en nuestra visión estandarizada de la Edad Media escapan a la buena pátina de cutrez, oscuridad y mal rollo que desde el Renacimiento algunos se han ocupado de verter sobre todo aquello que quedara, cronológicamente, entre el esplendor imperial romano y sus propias posaderas. Y bueno, el revival febril del Romanticismo tampoco es que ayudase… como mucho sirvió para disociar «lo bonito» de «lo real». Claro que existió una Edad Media cuqui pero – decían de pasada los románticos y, aún peor, pontifican hoy los neorrománticos 3.0- en el plano de lo ficticio; la de las haditas, los elfos, los castillos de mármol reluciente y las princesitas de hielo con sus lindas cabelleras, o la de las visiones neocons de la Edad Media fantástica más televisiva. Vamos, que la Edad Media real, la vivida, no le ha importado un pimiento a nadie en los últimos siglos, más allá de a algún iluminado. Y así nos va. Continue reading

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El papel más deseado: el maestro románico.

Si hay un maestro románico conocido por todos ese es el Maestro Mateo. La firma en los dinteles del Pórtico de la Gloria y el contrato entre el cantero y el rey Fernando II de León son aspectos que nos aportan una información muy valiosa sobre la figura de este hombre encargado de levantar el gran templo de la cristiandad.

«Conviene a la regia majestad atender mejor a aquellos que le son conocidos por mostrar obediencia fielmente, y especialmente a aquellos que son notorios por dedicar sus servicios a los santuarios y lugares de Dios. Por estas cosas yo, Fernando, rey de las Españas, por amor de Dios, por quien reinan los reyes, y por la reverencia de Santiago, piísimo patrón nuestro, como pensión, te doy y concedo a ti, maestro Mateo, que posees la primacía y el magisterio de la obra del citado apóstol, cada año la percepción de dos marcos a la semana, sobre mi mitad de moneda de Santiago, y que lo que falte una semana sea suplido en la otra, de manera que esta percepción te represente 100 morabotinos anuales. Esta pensión, este don, te doy durante toda tu vida, para que siempre la tengas, y para la obra de Santiago, y sea mejor para tu persona; y aquellos que vieran, velen y se dediquen con afición a la citada obra. Fernando II de León a 23 de Febrero del año 1168.» [1] Continue reading

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Reyes, nobles e intereses: una cuestión de perspectiva

(Pido perdón por adelantado a milord Oliver Vergés. Él sabe por qué)

Allá por el mes de junio, a propósito de la batalla de Poitiers, el Jefe (que probablemente me mate por llegar tarde, mal, y encima llamarlo así) nos advertía sobre uno de los grandes peligros de la Historia: el de reconstruirla desde el presente. Y efectivamente, con esa ventaja que dan disfrutar de una visión panorámica y tener disponibles todos los datos conocidos (porque siempre hay rincones a los que no acaba de llegar la luz; y no, la Edad Media no es uno de ellos), uno puede hacerse una idea más o menos clara de cómo han ido sucediendo las cosas y visualizar así procesos históricos de duración y coherencia variables. Pero, claro está, quienes vivieron en el pasado no tenían esa ventaja. Ni consultando los astros. Como cualquiera de nosotros, no podían conocer toda su historia ni las consecuencias reales de sus actos. Podían, eso sí, especular lo que quisieran acerca de lo que estaba por venir, pero, sobre todo, podían juzgar su presente y su pasado según su perspectiva de las cosas. Lo que supone otro gran peligro para quien se fija en ellos: el de dejarse llevar por esa misma perspectiva.

Esto vale para la Edad Media, sobre todo para sus siglos centrales (del XI al XIII) y en los casos en los que hay nobles (otro día hablaremos sobre lo peligrosa que es también esa palabra, «noble») que por una razón u otra se enfrentan con un poder central o que aspira a serlo. Vale, por ejemplo, para los condados catalanes de aquel período. Los condes de Barcelona se presentan como los defensores de la paz, como herederos de un antiguo poder público garante de estabilidad. Pero incluso cuando avanzado el siglo XII la dinastía barcelonesa se hace un sitio en el trono de Aragón, la suya es solo una opción hegemónica en un territorio todavía en construcción como es el catalán. Hasta su extinción en la década de 1110, las familias condales de Cerdanya y de Besalú, cuyos dominios irían a parar a manos de sus homólogos barceloneses, actuaban con más o menos independencia, como lo habían hecho en el pasado. Aunque quizá el ejemplo más claro sea el de los condes de Empúries y Peralada, quienes llegarían a declararse fieles a la dinastía de Barcelona sin por ello reconocerse sometidos a la misma (1). Continue reading

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Ese loco combate medieval

Existe un consenso generalizado sobre cómo debe ser el combate con armas en la Edad Media. Quien más, quien menos tiene una opinión formada sobre la manera (las distintas maneras, de hecho) en que se combatía a lo largo y ancho del Medievo, ya fuera a pie o a caballo, a distancia o en combate cerrado, con hachas, alabardas, mayales o espadas. Pero lo cierto es que, aunque nos duela admitirlo (porque es una certeza que tenemos muy arraigada), el ciudadano medio sabe más bien poco sobre las formas de combatir en la Edad Media. ¿Por qué es esto así?

 

braveheart

Un señor haciendo de guerrero medieval (Braveheart, 1995)

 

Hasta no hace mucho, nuestra relación con las formas del combate medieval con armas – fuera de los círculos eruditos – se ha movido casi en exclusiva a través de los cánones que han marcado la literatura y el cine de acción y aventuras. Ya desde la publicación del Ivanhoe de Walter Scott (1819) las figuras del guerrero y del combate con armas se convirtieron en una de las señas de identidad de cualquier revival medievalizante. Ahora que hace apenas unas semanas que ha muerto Víctor Mora, cuesta no señalar el impacto que El Capitán Trueno y sus adláteres tuvieron en la imaginación de generaciones enteras de españoles. El intercambio de fieros espadazos entre bravos caballeros, las melés caóticas o el noble arte de la justa quedaron grabados a fuego en el imaginario colectivo de generaciones de lectores primero, de miríadas de espectadores después. Las superproducciones de Hollywood acabaron por fijar, esta vez en movimiento, la manera correcta de combatir cuerpo a cuerpo en la Edad Media, a caballo entre la bravura personal y el elogio fálico a quien blandía la espada más grande. Continue reading

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