Ahora que el Toisón de Oro vuelve a estar de moda por cuestiones tan naífs (un cumpleaños, una joven princesa heredera y un reportaje fotográfico en el ¡Hola!) que darían para una estupenda comedia romántica juvenil, quizás merezca la pena retomar algunas cosas que escribí hace años sobre las primeras andaduras del Toisón en la Península Ibérica (y que si queréis podéis recuperar a través de este enlace al artículo original, que además podéis descargar en pdf).
Como a estas alturas sabrá casi todo el mundo (pocas cosas mueven más interés que la prensa rosa) la Orden del Toisón de Oro nació a finales del año 1429 en Borgoña, con motivo del matrimonio entre Felipe el Bueno e Isabel de Portugal y se materializó oficialmente en enero del año siguiente, durante el banquete de bodas. Aunque no era la primera de las nuevas órdenes de caballería europeas (la moda había empezado años antes, en una suerte de fiebre colectiva entre la realeza europea, cautivada por el mundo de las novelas de caballerías) si que, con el paso del tiempo, ha llegado a ser una de las más representativas de aquel movimiento internacional. Ya solo por el doble hecho de hacer referencia a una imagen tan icónica como el Vellocino de Oro y ser, además, un producto típicamente borgoñón la historia de la Orden del Toisón tiene muchos puntos para robarle el corazón a cualquiera. Además, al convertirse en época moderna en uno de los símbolos más persistentes de la realeza católica por antonomasia, la hispánica, el Toisón (pese a la escisión de la Orden entre españoles y austríacos después de la Guerra de Sucesión Española de principios del XVIII) ha quedado entre los sectores más tradicionales – ese eufemismo elegante de «rancios» – del imaginario español como uno de los grandes símbolos de la institución monárquica patria. Continue reading