Cristina Párbole Martín
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Es por todos conocido que el saber en la Alta Edad Media era custodiado por unos pocos, bastante tenían los pobres campesinos con trabajar para cumplir con los impuestos marcados por el señor. La iglesia era la encargada de mostrarles lo que estaba permitido hacer y aquello que tendría el mayor de los castigos, y como esos pobres hombres y mujeres no sabían ni leer ni escribir qué mejor manera que enseñarles a través de las imágenes, porque ya sabemos lo que dicen: “una imagen vale más que mil palabras”. Así que aprovechando el espacio que brindaban las portadas de los templos románicos se desplegó todo un catálogo de figuras que estipulaban los pecados, los oficios, los pasajes de la Biblia, etc., y aquí es donde se empiezan a mezclar para nosotros la ficción y la realidad.
Está claro que la idea que preside la iconografía románica es la de separar el bien y el mal; pero al hombre no le basta con eso, y como somos seres curiosos por naturaleza no nos podemos quedar en lo simple y buscamos un significado más profundo. Con las escenas bíblicas el asunto es sencillo, una forma de explicar los pasajes más importantes de la Biblia a los hombres del siglo XII, pero la cosa se complica cuando empiezan a aparecer animales que jamás nos habíamos imaginado o figuras que se escapan a nuestro entendimiento. Debemos tener claro que de esos hombres del siglo XII nos separan más de ocho siglos, nuestra mentalidad es muy diferente, nuestra forma de concebir el mundo ha cambiado; nosotros somos una generación de palabras y hemos perdido ciertos códigos visuales, por lo que sólo podremos acercarnos superficialmente al significado de estas representaciones.
La iconografía románica se convierte en un documento perfectamente válido para el conocimiento de la mentalidad medieval. Elegiremos dos ejemplos, a partir de los cuales entenderemos mejor las creencias del hombre del siglo XII, así como sus miedos y sus supersticiones.
San Bernando de Claraval lo tenía claro “por todas partes aparece tan grande y prodigiosa variedad de los más diversos caprichos, que a los monjes más les agrada leer en los mármoles que en los códices, y pasarse el día admirando tanto detalle en lugar de meditar sobre la ley de Dios” [1]. Su desprecio por todo tipo de ser híbrido se extendió por los monasterios cistercienses que cambiaron el bestiario por las más ricas filigranas vegetales, pero a pesar de su Apología no pudo evitar que los más variados seres inundaran las iglesias románicas. Elegimos, de entre todos los animales representados en el románico, la figura del centauro. El centauro fue tomado de la mitología griega; se considera que es una de las escasas creaciones de esta mitología, que tomará muchos préstamos de las antiguas religiones orientales. Los centauros eran hijos del rey Ixión y Hera, la cual para poder yacer con el rey tomó la forma de una nube. El centauro tiene cabeza y tronco humano, y cuerpo de caballo. Simboliza la fuerza bruta y la ira, tiene fuertes connotaciones negativas y se le considera un ser batallador, luchador, mezquino, existiendo como una excepción el mítico Quirón del que se nos habla en la Ilíada (libro XI, 832). Con sus aspectos negativos, el centauro pasará a formar parte del bestiario medieval; la fuerza bruta que simboliza le lleva a ser representando siempre portando armas, generalmente aparece con un arco. Pero el símbolo del centauro es muchas veces ambivalente como nos dice Xavier Musquera: “Puede llegar a representar al divino arquero, al Cristo Sagitario que persigue a las almas para su salvación. Así es como se convierte en signo benéfico y representante del bien, de Cristo, en cuyo caso sus flechas son dirigidas hacia animales de signo evidentemente negativo como por ejemplo las arpías. Es entonces cuando se invierten sus significados y cambia su polaridad por su lucha contra el pecado” [2]. El centauro arquero se convertirá en uno los símbolos del Zodiaco, Sagitario. En muchas ocasiones estas criaturas eran interpretadas como obras del diablo; la lucha constante del bien y del mal obligó al artista románico a producir horror en sus obras. Lo feo, lo grotesco, lo imposible, lo raro será aprovechado para crear perversión, miedo, en definitiva asustar al fiel y hacerle ver aquello que está unido al pecado y lo que este podía ocasionar, la pérdida de la naturaleza humana por la naturaleza animal. Émile Mâle dijo que ni los bestiarios ni los tratados científicos medievales existentes nos podían dar un significado exacto de lo que representaban estos seres monstruosos.
La superstición aparece también reflejada en las llamadas cabezas demoníacas. Según María Soledad Álvarez Martínez son: “máscaras de aspecto aterrador, de ojos saltones, orejas de punta de lanza, morro con cuatro arrugas, grandes fauces abiertas que enseñan afilados dientes, y ausencia de mandíbula” [3]. Estas cabezas demoníacas que aparecen esparcidas en los templos románicos tenían como función proteger los templos; el hombre medieval creía que los demonios malignos veían estas caras, se asustaban y ya no entraban en el interior del templo, buscando de esta manera la protección del espacio sagrado.
Hemos expuesto algunos ejemplos que nos permiten adentrarnos más en la mentalidad del hombre medieval. Las representaciones que le hombre medieval plasma en los templos románicos son en resumidas cuentas un reflejo de sus miedos, una muestra de sus creencias, y una manera de ver hasta dónde llega lo real y lo ficticio. Al igual que los documentos y la literatura son testimonios válidos para discernir y conocer mejor la Edad Media, la iconografía románica debe presentarse también como una prueba fehaciente de esos campesinos que aun siendo analfabetos quisieron hacerse entender.
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[1] BOTO VARELA, G “Representaciones románicas de monstruos y seres imaginarios. Pluralidad de atribuciones funcionales”. El mensaje simbólico del imaginario románico. Aguilar de Campoo, Fundación Santa María la Real, 2007.
[2] MUSQUERA, X, Ocultismo Medieval. Editorial Nowtilus. Barcelona, 2009, p. 321-322
[3] ÁLVAREZ MARTÍNEZ, M.S, “La topografía simbólica de los repertorios figurativos”. El mensaje simbólico del imaginario románico. Fundación Santa María la Real. Aguilar de Campoo, 2007, p. 21.
Estupendo articulo, me encanta como explicas las cosas y la pasión que pones en ello.
siempre se aprende contigo Cristina…..
Muy interesante. Gracias