Carlos Lixó Gómez
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Las primeras palabras que leí en este blog, al que llegué por interés medievalista, no fueron tomadas de la obra clave de algún historiador canónico ni de las declaraciones de un teólogo milenarista, sino de mi compatriota Álvaro Cunqueiro, escritor fundamental en la Galicia del siglo XX y destacado en el panorama literario internacional. No voy a decir que haya quedado sorprendido con la ágil utilización de la literatura desde la historia, no es nada nuevo: las humanidades se alimentan las unas de las otras para enriquecer el saber y la producción historiográfica se sostiene ineludiblemente en las palabras que le dan forma. Pero sí me quedé satisfecho. De alguna manera el giro lingüístico en los años ochenta supuso, consciente o inconscientemente, con sus aciertos y sus errores, con sus excesos y sus carencias, un acto de reafirmación en este sentido y una muestra de autoestima de los historiadores como creadores del lenguaje, como creadores de discursos. Las novelas históricas o la fantasía medieval muestran desde el otro lado que a la creación le gusta a su vez beber de la historia.
Fue también vía Cunqueiro como tuve conocimiento por primera vez de la batalla de Hastings, de tal forma que en el momento de cursar Historia Medieval II ya tenía muy marcada en mi calendario personal la fecha de 1066. El enfrentamiento entre los aspirantes al reino de Inglaterra, el recién coronado Harold Godwinson y el duque normando Guillermo, acabaría con la victoria de este último, desde aquel momento apodado El Conquistador, y fijaría a Harold como el último monarca sajón de los anales de las Islas Británicas.
En el instante exacto del reconocimiento del cuerpo inerte de Harold en el campo de batalla centra el poeta uno de sus más evocadores textos, titulado precisamente así, Recoñecemento de Harold Godwinson:
Unha noite de cinza caíu sobor da terra,
as lanternas andaban soas por entre os mortos
e nas feridas do máis ferido de todos
Edith Swanehals poñía a luz violeta dos seus ollos
por se aquel era Harold fillo de Godwin
que ela amara tanto.
E aquel mesmo era
a boca pola que saía un fío de sangue
pousada na boca terrea dunha toupeira.Viña de lonxe o canto do mar. Edith sentouse
a carón do morto
e cun fío branco que tirou dos seus soñares
comezou a tecer un pequeno pano
pra tapar os ollos do Rei.Escoitábase a mar, e mailas follas secas do bosque
aremuiñando nos camiños entre os outeiros.
A derradeira caricia de Edith foi aquel calado tecer
perto do morto, e cando saía a lúa
mesturou fíos azúes da luz da viaxeira cos seus
—as agullas iban e viñan en silencio
as mans movéndose coma quen anaina un neno
asegurándose de que aquel morto era Harold
o mirar violeta de Edith adentrábase máis e máis
nas escuras feridas,
recoñecendo o sangue do amante, e maila morte.
Así foi que Edith xa estaba cega
cando lle preguntaron quén
entre aquelas sesenta ducias de mortos
era Harold
—este, dixo sinalando, a tentas,
que facía cantar os reiseñores nas noites de verán
cando me bicaba e me decía
—Swanehals, Colo de Cisne, envelleceremos xuntos
pro ti máis lentamente.Álvaro Cunqueiro (1991)
Hastings es un hito de la historia medieval europea por dos motivos. Primero, porque es un perfecto ejemplo de transición hacia la plenitud medieval, hacia el feudalismo entendido en esta ocasión (y de manera complementaria a cualquier otra definición que decida dársele) como la estructura política que organiza la formación social a todos sus niveles alrededor de los siglos XI-XIII. Se ilustra ese momento intermedio, que también lo es en el ámbito militar, con el enfrentamiento de dos ejércitos de dimensiones parecidas, con propósitos parecidos, aunque radicalmente descompensados: uno servido de milicianos y campesinos y el otro de caballeros, arqueros y una sofisticada estrategia. Los viejos tiempos contra los nuevos.
Y segundo, porque ahí arrancan las fortísimas vinculaciones de Gran Bretaña con Francia que definirían durante siglos las relaciones políticas en la Europa occidental, como se manifiesta de forma especialmente llamativa en la Guerra de los Cien Años (que fue algo más que una guerra convencional y que duró, en realidad, ciento dieciséis años). Con Hastings tuvo lugar el fin de una monarquía sostenida en la nobleza local, ya que junto al monarca llegó desde el continente una nueva élite que sustituyó a la autóctona y que remodeló por completo las relaciones de poder en la isla. El rey Guillermo primó siempre su posición de duque de Normandía sobre la de monarca de Inglaterra.
Además de por erigir nuevos y numerosos castillos por todo el territorio inglés, los nuevos aristócratas normandos se caracterizaron por su escasa intención de mezclarse y adaptarse a los anglosajones, importando con ellos sus normas, usos y costumbres. Entre ellas también la más fácil de transportar, la lengua, una fusión de dialectos de oïl que con el paso del tiempo se acabaría constituyendo en anglonormando, es decir, en la variedad del francés medieval en Gran Bretaña. Mientras el conjunto de la población hablaba inglés antiguo y diferentes variantes célticas, el anglonormando se estableció como idioma de prestigio, utilizado para todos los usos formales excepto aquellos reservados todavía al latín.
Inglaterra se convirtió así en una sociedad estamentalmente diglósica siglos antes de que en 1250 llegaran de mano de Fernando III las primeras palabras en castellano a Santiago de Compostela. En Mondoñedo, la ciudad medieval y sede episcopal que sería la cuna del propio Cunqueiro y que, apenas medio siglo después de la batalla de Hastings, en 1112, tuvo que ser trasladada desde la costa hasta su ubicación actual para huir de los ataques de otros normandos, la situación lingüística era muy diferente a la británica. Allí, el romance peninsular occidental, el gallego-portugués, era la lengua hegemónica, como en el resto de Galicia, tanto en las más altas casas señoriales como en la más pobre de las campesinas. En el ámbito de la escrita se conserva el primer documento en gallego-portugués a finales del siglo XII y solo muy avanzado el XV deja de ser mayoritario, después de legarnos una interesantísima producción literaria, especialmente en el campo de la lírica.
También en Mondoñedo, justo delante de la catedral, fue ajusticiado en 1483 el mariscal Pardo de Cela por su mala relación con los Reyes Católicos, hecho que aprovecharon los románticos como legendaria efeméride del sometimiento de Galicia a Castilla y que fue, como buena efeméride de un sistema cultural no hegemónico, centro de intensas críticas e interminables debates. Cuando en el XVI el gallego, la variante norte del gallego-portugués, estaba ya proscrito y apartado de cualquier uso oficial, Enrique VIII de Inglaterra restituía el inglés como lengua de la corte y consecuentemente del poder y de la esfera pública.
Las lenguas son y fueron instrumentos de poder, y a día de hoy actúan además como dispositivos de riqueza. De hecho, en la actual configuración mundial, solo funcionan como idiomas de pleno derecho aquellas variantes que disponen de instituciones fuertes que las gestionen y que garanticen su rentabilidad económica. Por poner un caso, la supremacía cultural norteamericana sería difícil de imaginar sin tener presente hasta qué punto el inglés se utiliza como herramienta.
Pero las lenguas son también, tomando las palabras de otro poeta universal, Manuel María, las llaves con las que abrimos el mundo. Gracias a la literatura, Hastings llegó a mí en gallego, y no en el idioma universal de nuestros tiempos en el cual, además, hablaban entonces buena parte de los derrotados en la ofensiva. En mi imaginario personal, en el meollo de lo que para mí como sujeto significa esa contienda, la imagen de hierro y gritos se ata inevitablemente a la mirada violeta de Edith Swanehals, incluso siendo muy probable que sus ojos nunca se hayan posado en su amado muerto en el medio del campo de batalla. El match point en el que se marcaría en rumbo de los siguientes cinco siglos de historia medieval británica se tejió para mí como el pañuelo que Edith tejió, con el hilo de sus soñares, para tapar los ojos de Harold.
Y es que a pesar del proceso de globalización y de homogeneización cultural, es importante tener presente que la convivencia cultural y las identidades múltiples son aún hoy las situaciones mayoritarias en el mundo. La progresiva desaparición de esa diversidad lingüística es una enorme pérdida para la humanidad, y hemos de ser capaces de señalarlo, de la misma forma que progresivamente como sociedad fuimos capaces de señalar (con mejores o peores resultados) el problema de la pérdida de la diversidad biológica del planeta. La profesora y escritora Teresa Moure defendió que igual que la pluralidad de organismos garantiza la vida, la pluralidad de lenguas garantiza la noción de lenguaje y la multiplicidad de los discursos.
Supoñamos que os zoólogos pretendesen obter coñecemento sobre as especies animais que poboan a Terra e para iso se propuxesen estudar anatomía, patoloxía animal, etoloxía animal e cousas semellantes pero só interesados por cans, gatos, galiñas e moscas. Os leóns serían “unha especie de can exótico” e os araos unicamente aparecerían citados en publicacións especializadas e agrupados como tipos de galiñas que, a fin de contas, son moito máis numerosas. Aínda que todos os especialistas terían que coincidir en non mirar nunca para determinado sitio, aboiaría entre estes zoólogos a idea vaga de que todos os animais ofrecen idéntico interese para o estudo.
Teresa Moure (2003).
Recoñecemento de Harold Godwinson habla en contra del determinismo, habla en contra de Fukuyama y nos dice que la historia no está acabada, que mientras queden dos pies sobre la tierra los procesos que mueven las comunidades humanas no se paran. Del mismo modo que hoy el neoliberalismo, la democracia burguesa, el pensamiento monolítico y la lengua única parecen presente en construcción y futuro cierto, la historia nos ayuda a acordarnos de que el inglés fue un idioma minorizado cuando el gallego lo hablaban los reyes. ¡Quién diría, dando una vuelta por la Europa del siglo XIII, que el dialecto de los campesinos ingleses sería hoy la lengua de poder mundial!
Con la literatura, así como con el periodismo o el cine, podemos rememorar y crear, incluso denunciar. Sin embargo, la función de los historiadores es ordenar, es tramar, es ofrecer posibilidades explicativas, es aportar interpretaciones sólidas que desde un punto de vista ético sean aprovechables para la sociedad que nos alimenta. Los historiadores debemos identificar los mecanismos de poder que organizan el mundo, pero también, como creadores de discursos, debemos posicionarnos.
Cunqueiro, Álvaro (1991): Herba aquí ou acolá. Vigo: Galaxia.
Moure, Teresa (2003): «A batalla das linguas no mundo actual. Multilingüismo e antiglobalización». Revista Grial, 106, pp. 19-29.
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Bos dias, muy bo articulo. Falando da batalla de Hastings, no tapiz exposto no museo de Bayeaux (Franza), o rei Guillerme aparece sobor dun cabalo negro, que foi convite do rei Garcia I da Galiza.
Segun a «Gesta Gillelmi, ducis Normandorum et regis Angliae» no «Roman de Rou» (coengo de Bayeaux), o cabalo foi levado ao rei por Galtier Guiffart, un nobre mui proximo ao rei normando. Esta documentada a sua presenza na Galiza do rei Garcia I, que agasallou co cabalo ao conquistador, asi como a participacion de tropas galegas na coalicion internacional que apoiou ao rei Guillerme I na conquista da Inglaterra, tal e como confirmou Gordon Bigs na sua biografia de Xelmirez. Saude.