E. E. «Doc» Smith: El Padre de la Space Opera

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Jordi Morera

Granollers, 1974. Licenciado en Filología Inglesa por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster en Estudios Ingleses Avanzados por la misma universidad. Mis estudios actualmente se centran en la épica renacentista y mis intereses giran alrededor del maridaje entre la novela histórica, la mitología y el género fantástico.

En lugar de la variedad de metas que buscan las diferentes entidades de cualquier raza de la civilización, cada eddoriano, y todos ellos, tenían sólo una, la misma: el poder. ¡El Poder! ¡EL PODER! ¡E-L P-O-D-E-R!

– E. E. “Doc” Smith, Triplanetary, versión revisada (1948)

Space Opera. Todos sabemos lo que es, aunque nunca hayamos oído el término. Guerras estelares que abarcan galaxias enteras. Tecnología tan avanzada que parece magia. Acción a raudales, increíbles combates entre naves y explosiones en el espacio. Alienígenas pintorescos y planetas de espectacular geografía. Héroes y villanos más grandes que la vida misma usando el espacio como telón de fondo de sus épicos enfrentamientos. La space opera (u ópera espacial) es uno de los subgéneros más antiguos de la ciencia ficción, cuyas raíces se hunden firmemente en la literatura pulp. Mientras que la ciencia ficción “dura” tiene su base en los hechos científicos reales y en la extrapolación y especulación de sus posibilidades, y se centra en presentar una tecnología plausible y verosímil, y la ciencia ficción humanista o política sitúa el foco sobre las implicaciones personales, sociales y culturales del desarrollo tecnológico, en la space opera lo que prima es la aventura, la acción, el romance y el sentido de la maravilla… es decir, la diversión sin filtro. En la mediatizada cultura popular actual, tan impregnada de la fantasía y la ciencia-ficción que antaño relegara a los márgenes, abundan los ejemplos de este subgénero, de Star Wars a Star Trek, de los Guardianes de la Galaxia a Battlestar Galactica a Firefly o The Expanse. Y sin embargo, ninguno de ellos existiría en su forma actual sin la obra de Edward Elmer Smith, el narrador de ciencia ficción más importante de su tiempo, y posiblemente una de las figuras más influyentes e innovadoras del género.

Edward E. Smith, más conocido como E. E. “Doc” Smith, nació en Wisconsin en 1890, y se graduó en ingeniería química en 1914, obteniendo el doctorado que le valió su apodo en 1918. A lo largo de su vida compaginó su trabajo en el campo de la química alimentaria, profesión a la que se dedicó con éxito hasta su jubilación en 1957, con su vocación literaria, labrándose una exitosa carrera que se inició durante la era dorada de la ciencia ficción pulp. Tras una charla de sobremesa junto a unos amigos en la que los viajes interestelares habían sido el tema central, éstos le convencieron de escribir una historia en la que pudiera expresar sus elucubraciones al respecto. Smith accedió, aunque afirmó que no se sentía muy cómodo ni capacitado para escribir las partes románticas, llegando al acuerdo de que sería la esposa de su amigo, Lee Hawkins Garby, quien se encargaría de ello. De esta manera se inició la escritura de The Skylark of Space (la Alondra del Espacio), su primera obra. Alternando entre sus dos facetas profesionales, Smith no concluiría Skylark hasta 1920, y tras una larga serie de negativas y rechazos por parte de los editores de revistas tan populares como la Argosy, fue publicada por Amazing Stories en 1927, en formato serializado.

En Skylark, Smith escribe aún como heredero de los romances planetarios del estilo de Flash Gordon o John Carter, así como de la tradición del “inventor” tan presente en la ciencia ficción primigenia de Julio Verne o H.G. Wells. La historia se centra en el inventor Richard Seaton y en su malvada némesis, Blacky DuQuesne. Seaton descubre un sistema que permite construir un motor más rápido que la luz y se lanza a explorar el espacio en la nave que da nombre a la serie, inevitablemente imitado por su pérfido aunque también honorable rival. Se trata de una novela extremadamente sencilla y directa según los cánones actuales: su argumento es de escala grandiosa, los conflictos y la lucha entre el bien y el mal se tratan de forma juvenilmente simple e ingenua para las sensibilidades modernas, sus personajes son arquetípicos de la época y la tecnología mostrada entra en la categoría de super-ciencia, sin ningún tipo de fundamento real y explicada a través de tecnocháchara. Sin embargo, el sentido de la maravilla que transmitía la hizo extremadamente popular en su momento así como ligeramente innovadora, y generó un número considerable de imitaciones. Smith continuó la saga, ya sin la colaboración de Lee Garby, con Skylark Three (1930) y Skylark of Valerion (1934), secuelas en las que el alcance de los conflictos y la carrera armamentística entre héroe y villano siempre iban en aumento. En todas ellas empezamos ya  a encontrar elementos que se convertirían en icónicos de la Space Opera. Más tarde, en una etapa posterior de su carrera, Smith expandió la saga con un cuarto volumen, Skylark DuQuesne (1966), en el que se redimía la figura del villano Blacky DuQuesne. Esta última novela, escrita ya en una época en la que este tipo de historias estaba considerado pasado de moda, representa un viaje nostálgico al pasado, que a la vez demuestra la imposibilidad de mantener el espíritu de modelos pretéritos, como revela un menor abuso de la tecnocháchara y un mayor esfuerzo por caracterizar a los personajes.

Sin embargo, y a pesar del éxito cosechado con Skylark, la obra más conocida e influyente de Smith, la creación que según la mayoría de críticos dio origen a la Space Opera como género, es la saga de los Lensmen. Para el lector actual puede resultar difícil hacerse una idea del impacto que tuvo esta serie en la ciencia ficción venidera. En ella, Smith prácticamente inventó los imperios galácticos y estableció las características generales de futuras civilizaciones interestelares que prácticamente todas las obras de este estilo han seguido adoptando hasta el día de hoy. Apareciendo también serializadas en revistas en la década de los treinta, y posteriormente publicadas como novelas, las entregas de esta serie empiezan con Galactic Patrol (1937) y continúan con Gray Lensman (1939), Second Stage Lensman (1940) y Children of the Lens (1947), mientras que Triplanetary (1934), escrita originalmente de manera independiente, fue revisada en 1948 para convertirse en una precuela de la saga. Años después, en 1960, aparecería un séptimo título, Masters of the Vortex, relacionado con la saga. Esta serie nos narra la historia de un universo poblado por mutitud de razas distintas pero dominado por dos imperios alienígenas, el de los arisios y el de los eddorianos. Mientras los primeros son benévolos y buscan promover el desarrollo del resto de razas de la galaxia, los segundos son ambiciosos, belicosos y expansionistas, y ambos imperios llevan millones de años trabados en un conflicto interminable. Para resistir el embate de los eddorianos y su principal frente, el Boskone, los arisios inician un programa de crianza selectiva con la intención de llegar a obtener individuos con talentos excepcionales. Equipados con un artefacto hipertecnológico conocido como Lente, que les proporciona poderes telepáticos y psiónicos de distintos tipos, estos “Lensmen” forman la primera línea de defensa contra los eddorianos. El héroe de la mayoría de los libros de esta saga es Kim Kinnison, un Lensman humano miembro de la Patrulla Galáctica, que desconoce inicialmente el verdadero alcance de su implicación en un conflicto interestelar que se va revelando paulatinamente. Como en el caso de la serie anterior, la prosa de Smith en la saga de los Lensmen carece de la sofisticación que exigimos en la actualidad. Sus personajes son planos, especialmente los femeninos, las situaciones forzadas o inverosímiles abundan, y el contenido científico es ligero y basado en premisas que, incluso cuando no parten de la pseudo-ciencia, han quedado totalmente obsoletas en la actualidad. No obstante, se encuentra a años luz de la ciencia ficción escrita por sus contemporáneos, tanto en fuerza narrativa como en capacidad imaginativa. Si bien The Skylark of Space es innegablemente la space opera seminal, la saga de los Lensmen es el verdadero codificador de esta corriente: transformó el género, y creó nuevos conceptos que prácticamente toda la Space Opera subsiguiente ha heredado. A pesar de sus defectos como fruto de una época, estas aventuras repletas de escenarios grandiosos, impresionantes batallas espaciales y poderes misteriosos han mantenido intacta toda su frescura, conservando la popularidad de manera intermitente y entrando cíclicamente en fases de republicación, y siguen encontrando un público interesado incluso en la actualidad.

Aunque el resto de obras de “Doc” Smith ha permanecido siempre a la sombra de la más famosa de sus creaciones, el escritor también firmó varias novelas menos conocidas pero dignas de mención. Spacehounds of IPC (serializada en 1931), una novela menos dramática y de menor escala, es el relato de una misión espacial que se encuentra con problemas que dejan a su tripulación varada en Ganímedes. Entre 1953 y 1954 escribe dos relatos sobre un nuevo personaje, Lord Tedric, que cayeron en el olvido hasta después de la muerte de su autor. Después de su jubilación en 1957, Smith retomó la escritura en la década de los sesenta. Para aquel entonces, la sensibilidad del público consumidor de ciencia ficción había cambiado, y el estilo que le caracterizaba había caído en desuso. Varias de sus novelas del período, como The Galaxy Primes (1965), y Subspace Explorers (1965) o los dos relatos sobre Lord Tedric (1953-54) se toparon con las mismas dificultades para redefinir su estilo que habían afectado a Skylark DuQuesne: resultaban demasiado anticuadas para el momento, pero demasiado sofisticadas para quienes buscaban un regreso nostálgico al pasado. Tras la muerte de Smith en 1965, varios autores dieron continuidad -con el beneplácito de sus herederos- a varios de sus relatos o personajes, como la serie de la Familia D’Alembert, por Stephen Goldin, o las novelas de Lord Tedric por Gordon Eklund.

Con su obra, Smith se convirtió en el portaestandartes de lo que se dio en conocer como space opera, el buque insignia de un nuevo tipo de aventura espacial. La space opera conquistó a miles de seguidores con su combinación de aventura y heroismo sin matices, su capacidad para hacer soñar con mundos lejanos y con vistas maravillosas en galaxias remotas, y su épica grandiosa trasladada al espacio. El término, acuñado por primera vez en 1941, era despectivo en origen, usado para comparar con desprecio este tipo de ciencia ficción pulp con los culebrones radiofónicos populares en los años treinta y cuarenta, conocidos como “soap operas” porque frecuentemente estaban patrocinados por marcas de jabón o detergente. Hacia los años cincuenta, la popularidad de este tipo de historias ya estaba en franco declive, como demuestra la contraportada del primer número de la revista Galaxy (1950), donde se afirma que “si esa es tu idea de la ciencia ficción, ¡puedes quedártela! ¡Nunca la encontrarás en Galaxy!”. Sin embargo, a partir de finales de los sesenta y principios de los setenta, el término fue rescatado y reevaluado, y empezó a ser aplicado a la obra de autores “serios” que tenían como influencia a Smith y otros de sus practicantes, escritores de la talla de Isaac Asimov o Robert Heinlein. Ese renacimiento continuó en los ochenta gracias a la popularidad de fenómenos mediáticos a los que era posible aplicar dicha etiqueta, como Star Wars y Star Trek, y sigue produciéndose en la actualidad, con autores que retoman algunos de sus conceptos básicos y los adaptan a los estilos y sensibilidades modernas. Algunos de los más conocidos ejemplos de esta nueva space opera los encontramos en series como las de la Cultura de Iain Banks, los Cantos de Hiperión de Dan Simmons o la serie The Expanse de James S. A. Corey, recientemente llevada a la televisión.

Nada de eso hubiera sido posible sin el papel que “Doc” Smith jugó como catalizador de un nueva manera de visualizar la ciencia ficción. Con sus obras consiguió añadir con éxito el factor diversión a los frecuentemente secos y adustos relatos de la ciencia ficción temprana, y contribuyó de manera decisiva a dar forma a una visión colectiva del universo que ha persistido en la imaginación popular desde entonces. Por su papel formativo y su enorme influencia histórica, las obras de E. E. “Doc” Smith, el verdadero padre de la space opera, se erigen por derecho propio en lectura obligatoria para cualquiera que esté mínimamente interesado en la génesis de la ciencia ficción.

Jordi Morera

Granollers, 1974. Licenciado en Filología Inglesa por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster en Estudios Ingleses Avanzados por la misma universidad. Mis estudios actualmente se centran en la épica renacentista y mis intereses giran alrededor del maridaje entre la novela histórica, la mitología y el género fantástico.
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