Cristina Párbole Martín
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La gran mayoría del público que ha visitado la Capilla Sixtina en los Museos Vaticanos no ha podido evitar sobrecogerse ante su magnitud. Es inevitable sentirse pequeño bajo los coloridos techos que Miguel Ángel pintó con sufrimiento. Tengo que reconocer que la primera vez que admiré la obra pensé en Miguel Ángel encaramado a los andamios mientras la pintura le caía en los ojos, dejándole prácticamente ciego. Valoramos el resultado muchas veces sin conocer el esfuerzo y tesón que hay detrás.
Una situación parecida, o si me permitís peor, ocurre cuando lo que tenemos ante nuestros ojos son pinturas románicas. El paso del tiempo ha provocado la desaparición de muchos de los frescos que decoraban las iglesias; hasta el punto de considerar este estilo un arte pobre, sin color y sobrio. A los escasos restos conservados se añade el desconocimiento que tenemos sobre la figura de los pintores en tiempos del románico.
Esta vez nos detenemos ante el Panteón de los Reyes en San Isidoro de León, catalogado como “La Capilla Sixtina del arte románico”. Todo amante de este arte debe visitar una vez (o varias) en su vida esta joya de nuestro patrimonio. El despliegue de escenas, detalles y color bien merece nuestra atención, pero hagámoslo desde un punto de vista diferente, como si entráramos en el pensamiento de su ejecutor.
¿Qué soporte utilizamos? La capilla que custodia las pinturas se articula en tres naves y dos tramos, las bóvedas que se convertirán en el soporte del color descansan sobre pilares cruciformes en las secciones oeste y norte, dos grandes columnas en la parte central y pequeños apoyos en el muro meridional y oriental.
¿Qué técnica empleamos? La técnica empleada es la del fresco, utilizada ya en época romana por su alto grado de solidez. El primer paso a desarrollar es el de enfoscar el muro sobre el que se va a pintar, echar sucesivas capas de cal para corregir las irregularidades y generar una capa uniforme. Se trabaja por secciones pues es necesario que la cal se encuentre húmeda para una mejor adhesión de los colores.
¿Qué hacia el pintor? El pintor seleccionaba los materiales necesarios para elaborar los pigmentos, el trabajo era duro y peligroso, produciéndose bastantes accidentes. Solían realizarse trabajos previos de lo que posteriormente iba a plasmarse en los muros. El primer paso consistía en realizar los contornos utilizando casi siempre el color negro, a continuación se procedía a rellenar los espacios delimitados, para acabar retocando los rasgos de la cara, los pliegues de la ropa, etc. Los estudiosos hablan de un “maestro de San Isidoro” rebosante de originalidad y con claras influencias bizantinas y orientales. El grupo de pinturas datan de la primera mitad del siglo XII y destacan por la presencia de textos acompañando a las imágenes.
¿Qué iconografía pintamos? Como nos indica Grau Lobo [1] “el orden de lectura de las escenas pintadas se antoja aparentemente complejo y ha dado lugar a controversia entre quienes defienden una disposición ilógica a tenor de las disponibilidades espaciales y los que, más coherentemente con lo que sabemos de los programas decorativos medievales, intentan explicar el sistema empleado. Pero es evidente que puede seguirse un hilo conductor biográfico, evangélico: el que adoptamos aquí siquiera por mero didactismo”(Pág. 62). Entre el amplio catálogo iconográfico encontramos escenas de la infancia de Cristo (Anunciación a María, la Natividad, Anunciación a los pastores, la Huida a Egipto, la Adoración de los Magos, la Presentación en el templo y la Matanza de los Inocentes), escenas de la Pasión (la Última Cena, Prendimiento, Sentencia y Negación, Arrepentimiento de Pedro y la Crucifixión), imágenes del Apocalipsis de San Juan (visión de la gloria de Cristo, Maiestas Domini, Agnus Dei), representaciones de diferentes santos y el excelente mensario.
¿Cuál es el resultado? El Panteón o Capilla de los Reyes es como nos indica Luis A. Grau Lobo “la continuación de una constante regia que tiende asociar palacio-monasterio-panteón en un continuum cuya voluntad de perennidad dinástica es sancionada en la vida y en la muerte. Un esquema arquitectónico-simbólico que ya fuera practicado por los asturianos y que, en nuestro país, tiene una gran longevidad histórica, y desembocará en el Escorial […] A la manera de una maqueta de esa Jerusalén Celeste que el evangelista y los beatos describen como un cuadrado de doce puertas, éste ámbito funerario acogería a los reyes ante el umbral que preside el Cordero […]. Bajo estas bóvedas, en número de seis, yacerían los integrantes de una estirpe histórica”. (Págs. 59, 60, 82).
No hace falta crear falsos mitos…San Isidoro de León es magnifico por si solo y el colorido de las pinturas románicas que largo tiempo han impresionado a todo aquel que las ha admirado, es buena muestra de ello.
[1] Luis A. Grau Lobo. Pintura Románica en Castilla y León. Junta de Castilla y León. Valladolid, 2001.
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Se sabe quien pinto loas frescos de san Isidoro?