Jordi Morera
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Y allí llegó Conan, el cimmerio, el pelo negro, los ojos sombríos, la espada en la mano, un ladrón, un saqueador, un asesino, de gigantescas melancolías y gigantescos pesares, para pisotear con sus sandalias los enjoyados tronos de la Tierra.
Las Crónicas Nemedias, Robert E. Howard
La barbarie es el estado natural de la humanidad. La civilización es antinatural.; es un capricho de las circunstancias. Y la barbarie siempre triunfará al final.
Más Allá del Río Negro, Robert E. Howard
Con la excepción del inmarcesible Tolkien, ningún otro autor del siglo 20 ha ejercido una influencia tan poderosa (tanto en sus lectores como en sus colegas de profesión) como Robert Ervin Howard. Justo en el momento en que se escriben estas líneas, se cumplen ciento doce años del nacimiento del padre de la “Espada y Brujería”. Aunque el término fuera acuñado a posteriori por Fritz Leiber, es este un género fantástico que tiene su génesis en las entrañas del escritor tejano, de su particular sensibilidad y de su manera de entender la vida como una lucha constante y fútil, de su prosa visceral, engendrada desde su profunda rabia contra un mundo en decadencia. Forjada en las inclementes fraguas de las revistas pulp, la pluma salvaje de Robert E. Howard irrumpió con la furia de un trueno en la literatura fantástica, y dejaría como legado uno de los personajes más icónicos de la cultura popular del siglo 20, un mito moderno tan reconocido internacionalmente como ampliamente incomprendido: Conan de Cimmeria.
Howard podría muy bien ser descrito como el James Dean de la literatura: un autor tempestuoso de carrera meteórica y ejecución impecable, que murió joven en trágicas circunstancias. Y como a sus corresponsales del triunvirato pulp, Lovecraft y Ashton Smith, el mayor éxito y el amplio reconocimiento le llegaron de forma póstuma. Increíblemente prolífico, en tan sólo once años de profesión dejó un legado asombrosamente extenso y variado, formado por unos trescientos relatos y sobre setecientos poemas, cargados de pasión e intensidad. Aunque muchos de ellos versaban sobre temás fantásticos o sobrenaturales, también demostró su versatilidad como escritor tocando palos tan diversos como el boxeo, el western, las aventuras marítimas, la ficción histórica, el terror o los relatos detectivescos, exhibiendo una sorprendente consistencia en estilo, tono y temas a través de los géneros. En la mayoría de ellos, Howard no oculta la oscuridad que se encierra en la naturaleza humana, y sus protagonistas a menudo comparten una férrea y fiera determinación ante la adversidad, la inquebrantable dignidad ante una lucha que, en última instancia, se sabe perdida de antemano. Una actitud expresada de manera sucinta pero transparente por el propio Conan en La Reina de la Costa Negra: “De poco servirá enfrentarnos a ellos si nos atacan -dijo con un gruñido-. Pero duele en el alma dar la vida sin presentar un poco de resistencia.”
Ese pesimismo existencialista que no lleva a la derrota anímica sino al desafío y a luchar con uñas y dientes por aferrarse a la vida y saborearla plenamente mientras sea posible hacerlo es uno de los rasgos más notorios de Conan el Bárbaro y a la vez menos explorados en las versiones populares del personaje, y sin duda era algo muy arraigado también en la psicología del propio Howard. Nació en la dura Texas de 1906, lugar en el que vivió la mayor parte de su vida y que marcaría profundamente su carácter y su obra, y que uno puede ver reflejado en su austera belleza en el poema “Cimmeria”. Hijo de un médico rural itinerante, la infancia de Howard estuvo marcada por varios cambios de residencia, y por los abusos recibidos por parte de otros muchachos de su edad debido a su constitución débil. Fue eso lo que le demostró la valía de la fuerza física y le llevó a la práctica del boxeo y el levantamiento de pesas, mediante lo cual adquiriría un físico no muy alejado del de sus protagonistas. En tiempos de Howard, Texas no había perdido aún ese carácter de frontera salvaje, poblada por gente indómita al borde de la civilización, cuyo carácter tan fielmente se plasma en la personalidad de Conan. Esa frontera, con sus peleas a puñetazos, sus buscadores de oro, sus conflictos con los nativos americanos y el súbito boom del petróleo le enseñaron al joven Bob Howard que “la vida es una cosa bien podrida”, mientras que su carácter mítico y su tradición oral se convertirían en materia prima para su futura obra. Y a pesar de todo, en “Dos Pistolas” Howard se ocultaba un alma más poética y sensible de lo que aparentaba externamente, un gran amante de la naturaleza y de los animales, que llegó a confesar por escrito que precisamente esa sensibilidad le impediría llegar a ser algo en la vida.
El alma mater literaria de R.E. Howard
Howard debutó en 1924 con Spear and Fang, un relato de aventuras cavernícolas publicado en la revista Weird Tales, y empezó a escribir de forma profesional en 1925, abandonando sus estudios universitarios. Rápidamente destacó por su portentoso ritmo, entregando de media más de un relato cada mes. Esa velocidad de vértigo se debe en gran medida a su situación económica, que le obligaba a escribir constantemente para llegar a fin de mes, pero también a una fértil imaginación que daba vía de escape a sus inquietudes y pulsiones. En manos de otro escritor aquella manera de escribir en serie habría dado lugar a una producción mercenaria y formuláica, pero en Howard podemos encontrar relatos verdaderamente brillantes, de vívidas descripciones y prosa vibrante y personajes atractivos y únicos. Por supuesto, no todos sus relatos fueron joyas literarias, ya que alcanzar la perfección escribiendo en dichas condiciones sencillamente no es posible, pero incluso en sus relatos menores se pueden encontrar fragmentos y pasajes que deslumbran por su intensidad o por su depurada prosa.
La gran mayoría de sus relatos están ambientados en un pasado remoto, entre pictos, celtas o vikingos, o se remontan incluso más atrás, en las imaginarias tierras que existieron en tiempos prehistóricos, como la Atlántida, Lemuria o las naciones de la Era Hyboria de su propia invención. Es en estas historias en las que se forjan las premisas y los tropos que darán lugar al subgénero de Espada y Brujería. Son relatos con fuertes dosis de magia, con presencia habitual de monstruos -bien naturales como gorilas carnívoros o sobrenaturales como demonios y estatuas vivientes-, aunque las peores villanías siempre provienen de seres humanos, sean malvados hechiceros, crueles tiranos o criminales sin escrúpulos. En muchos de los protagonistas de Howard encontramos un cierto desdén por la opulencia y la complacencia de la vida civilizada. El mundo se presenta en términos de una lucha constante entre grandes fuerzas, no un bien y un mal en el sentido judeo-cristiano, sino más bien una ley natural enfrentada al caos antinatural; un exceso de civilización implica, por tanto, alejarse de esa ley natural de la que la mayoría de la humanidad se ha alienado. Los héroes bárbaros de Howard encarnan esa ley natural en toda su fuerza y furia, y servirían como recordatorio de lo que se supone es el estado natural del hombre.
Conan ilustrado por Mark Schultz, una visión más fiel a Howard
y alejada del «bárbaro en taparrabos»
Conan el Bárbaro es el héroe howardiano por antonomasia, y es un personaje muy alejado de la estereotipada caricatura que el gran público tiene en mente tras décadas de degradación en pastiches, imitaciones, películas, cómics e incluso series de animación. El Conan de Howard es un personaje rico y lleno de aristas, un héroe que crece y evoluciona de relato en relato y que no tiene nada que ver con el bruto salvaje y psicótico que sólo piensa en matar y fornicar. Por muchos méritos que se puedan atribuir a la versión fílmica de Oliver Stone y protagonizada por el inefable Schwarzenegger, el Conan que allí encontramos no alberga ninguna semejanza con el personaje de Howard. El primer relato de Conan que Howard escribió, El Fénix en la Espada (1932), el primer contacto de los lectores con el personaje, nos muestra a un Conan ya maduro, convertido en rey, muy alejado del muchacho bárbaro, supersticioso y orgulloso que fuera cuando abandonó su Cimmeria natal. Se trata además de un rey capaz de hacerse con su corona mediante la fuerza, pero también de conservarla mediante la sabiduría, un defensor de las artes que comprende el verdadero valor de la poesía: “Un gran poeta es más grande que cualquier rey. Sus canciones son más poderosas que mi cetro; casi se me salía el corazón del pecho cuando cantaba para mí. Yo moriré y seré olvidado, pero las canciones de Rinaldo vivirán por siempre.”
Incluso en los relatos donde se nos muestra un Conan más joven e inexperimentado, las diferencias con el musculoso bárbaro barra máquina de matar de las versiones populares son enormes. Si algo caracteriza al Conan de Howard es su incomparable lujuria por la vida; sus ganas de saborear todos los placeres que ofrece para combatir el pesimismo fatalista de quien sabe que su paso por ella puede acabar en cualquier momento. Esa filosofía la describe a la perfección el propio Conan en este fragmento de La Reina de la Costa Negra, considerado uno de los mejores relatos de Howard:
“En este mundo los hombres luchan y sufren en vano, y solo encuentran placer en el torbellino enloquecedor de la batalla […]. Que me dejen vivir intensamente mientras viva; quiero saborear el rico jugo de la carne roja y sentir el sabor ácido del vino en mi paladar, gozar del cálido abrazo de una mujer y de la jubilosa locura de la batalla cuando llamean las azules hojas de acero; eso me basta para ser feliz. Que los maestros, los sacerdotes y los filósofos reflexionen acerca de la realidad y la ilusión. Yo solo sé esto: que si la vida es ilusión, yo no soy más que eso, una ilusión, y ella, por consiguiente, es una realidad para mí. Estoy vivo, me consume la pasión, amo y mato; con eso me doy por satisfecho.”
El Conan fílmico, por otro lado, a la pregunta ¿qué es lo mejor de la vida?, responde:
“Aplastar enemigos, verles destrozados y oir el lamento de sus mujeres.”
Conan y la Era Hyboria, de nuevo imaginados por Mark Schultz
Howard escribió 17 aventuras de Conan, y no lo hizo en orden cronológico, sino que nos va ofreciendo atisbos del personaje en distintos momentos de su vida, salteados en lugar de secuencialmente. Según el propio autor, lo hacía de tal manera porque al escribirlas sentía como si en lugar de estarlas creando el viejo aventurero se las estuviera relatando aleatoriamente, a medida que las iba recordando. Los fragmentos de relato e historias incompletas que dejó tras su muerte, sin embargo, fueron completados por autores posteriores como Lyon Sprague de Camp y añadidos al ciclo del Cimmerio, y aunque el esfuerzo por imitar la prosa de Howard es evidente, la diferencia se hace patente. Howard escribió un solo relato de Conan con longitud de novela, La Hora del Dragón, pero desde su muerte, más de 60 novelas han sido escritas por autores muy diversos como el propio De Camp, Robert Jordan, Poul Anderson, Karl Edward Wagner, Harry Turtledove y Andrew J. Offutt. La popularidad de Conan, además, hizo que la literatura fantástica viviera un auténtico aluvión de héroes bárbaros, absolutamente clónicos en su mayoría, lo que ayudó a perpetuar los estereotipos del subgénero y a inmortalizar de manera indirecta al personaje que los inspiraba.
Aunque muy lejos de la fama de Conan, Howard creó otros personajes bien conocidos por los aficionados al fantástico. El Rey Kull de Valusia es aún más parecido al propio Howard en personalidad y talante, otro bárbaro que abandona su Atlántida natal en tiempos muy anteriores a la Era Hyboria de Conan y también se convierte en gobernante. De hecho, El Fenix en la Espada era un relato concebido originalmente para Kull, pero que luego Howard adaptó para su personaje estrella. Las aventuras de Bran Mak Morn se ambientan en una Britania ancestral, un guerrero picto que se enfrenta a los romanos que invaden las tierras de su gente, en alguna ocasión con la ayuda de la magia de los druidas. El último de los grandes héroes de Howard es el puritano Solomon Kane, que se desmarca un tanto de lo habitual en sus protagonistas. Kane es un aventurero errante del siglo XVI, cazador implacable del mal, capaz de resolver sus problemas con el ingenio además de con acero y pólvora, y que se enfrenta a lo oculto, viviendo aventuras desde su Inglaterra natal al continente africano. Entre otros protagonistas menos populares encontramos al irlandés Turlogh Dubh, a Cormac Mac Art y Sonya la Roja de Rogatino, que serviría de inspiración a la guerrera Red Sonja, creada para los cómics por Roy Thomas y Barry Windsor-Smith como contrapartida femenina de Conan.
La única novela de Conan escrita por R.E. Howard
Además de sus relatos de fantasía heroica, siempre filtrada por la sensibilidad del tejano que la aleja del colorismo y la épica para agregarle una corriente de oscuridad y pesimismo subyacentes, Howard escribió un cierto número de historias de terror y misterio sobrenatural. Muchas de ellas tenían puntos en común o compartían el universo creado por H. P. Lovecraft en sus Mitos de Cthulhu, ya que ambos autores mantenían una amistad epistolar. Algunos de sus mejores relatos en ese género son Pigeons From Hell (1938, publicada póstumamente), The Cairn on the Headland (1931) y The Dark Man (1934). Howard, polifacético, también se adentró en la ciencia ficción con la novela corta Almuric (1939) y The Garden of Fear (1934), aunque ambas obras se podrían catalogar más fidedignamente como fantaciencia o romances planetarios.
Robert E. Howard puso fin a su propia vida en 1936, con tan solo 30 años de edad. Es frecuente atribuir su suicidio al dolor por la pérdida de su madre, sumida en un coma irreversible. Sin embargo, es indudable que su precaria situación económica tuvo mucho que ver con su fatal decisión. El fraccionamiento y la demora en los pagos por parte la revista Weird Tales, su alma mater literaria, le obligó a malvivir a base de “medios cheques” con los que apenas llegaba a fin de mes, viéndose frecuentemente obligado a saltarse comidas. La enfermedad de su madre sólo agravó los gastos. Con las deudas acumuladas por el tratamiento y sin que su oficio, la escritura que le apasionaba y de la que vivía, pudiera mantenerle adecuadamente, el triste desenlace se antoja, visto desde la distancia, inevitable. Una vez más, el vil metal trunca injustamente la vida y la carrera de un genio, y nos obliga a preguntarnos qué obras perdió el mundo por unos miserables dolares.
La influencia de Howard es su mayor legado. Ningún otro autor ha logrado igualarse con el gigante de Oxford en su capacidad de moldear y configurar el género fantástico en las mentes y los corazones de un público tan numeroso. Quizá los temas y los escenarios con los que trataba no fueran un derroche de originalidad, pero las tramas de sus relatos eran adictivas y de ritmo rápido, sus mundos exóticos, su prosa impactante y con una garra salvaje, evocadora y lúcida por igual. Aunque sus relatos son violentos y en algunas ocasiones demuestran prejuicios y percepciones propios de su época, la habilidad de Bob “Dos Pistolas” Howard como narrador capaz de atrapar al lector en una historia emocionante y de acelerarle el pulso con su fiereza y ardor simplemente no tiene igual. Su pluma salvaje nos ha dado uno de los personajes literarios más conocidos de la época actual, perteneciente al mismo panteón en el que se encuentran Tarzán, el Conde Drácula y Sherlock Holmes. Conan de Cimmeria y su creador, Robert E. Howard, encumbrados en lo más alto del género fantástico, parecen encarnar en sí mismos las fatídicas palabras que un día escribiera él mismo:
Es el individuo lo que principalmente me atrae – el esforzado, apasionado insecto que da tumbos, intentando vanamente luchar contra el río de la Vida y buscando desviar el cauce de los acontecimientos en su propia conveniencia- rompiéndose los colmillos contra el collar de hierro del Destino y hundiéndose en la derrota final con la espuma de una maldición en los labios.
Muchas gracias por este artículo. Es excelente, gracias a él he podido conocer relatos y autores ligador a R.E. Howard que desconocía.
¡Es que Jordi se curra unas entradas completísimas! Por si no las conoces, te recomiendo que le eches un vistazo al histórico del blog. Tiene bastantes entradas dedicadas a los padres del género y todas son un pequeño descubrimiento en sí mismas.
Me encantó el artículo. Me lo guardo para releer mañana.
Excelente artículo. Simplemente no comparto lo de la película, ya que salvando ciertas influencias hollywoodienses, creo es una obra de arte al igual que los relatos de Howard. Y aunque Arnold no tenga las exactas características físicas del cimerio, se parece mucho y logra plasmar un montón de mensajes esotéricos, iniciáticos, que revelan el camino del héroe, un héroe bárbaro, en partes una especie del superhombre de Nietzsche también