Álvaro Solano Fernández-Sordo
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- La voluntad de una generación - 1 julio, 2015
La Historia nunca se cansa de enseñarnos que en ocasiones la voluntad de unos pocos puede conseguir cosas verdaderamente importantes, muchas veces luchando con considerables dificultades. Desde luego, el ejemplo que traemos hoy aquí no es una revolución que haya transformado la historia de un país, no es una victoria bélica que haya cambiado el curso de una guerra, no es un descubrimiento científico que haya trastocado los cimientos del mundo tal y como se conocía. No, no es nada de eso; pero es algo que a los pocos afortunados que hemos hecho del mundo de las humanidades —de los studia humanitatis— no sólo nuestra afición sino nuestra vocación laboral, nos trae una sonrisa a los labios. Es, simplemente, un titánico esfuerzo que ha tenido, tiene y tendrá merecidos, hermosos y jugosos frutos.
Estoy hablando de los —ya se puede hablar muy certeramente empleando el plural— Congresos Internacionales de Jóvenes Medievalistas «Ciudad de Cáceres». De igual manera que los entendidos en la materia son capaces de relacionar distintas generaciones de historiadores con congresos como las I Jornadas de Metodología Aplicada de las Ciencias Históricas (Santiago de Compostela, 1973) o el congreso Señorío y feudalismo en la Península Ibérica, ss.. XII-XIX (Zaragoza, 1989), entre otros; es posible que a los medievalistas que en la actualidad están trabajando en sus investigaciones doctorales —relevo lógico de los actuales titulares y catedráticos, o que debería serlo— se les pueda llegar a conocer por esta reunión.
Y es que, a lo largo de las tres ediciones que ya se han celebrado de este evento, por el salón de actos de la facultad cacereña han pasado con sus trabajadas investigaciones jóvenes de la mayoría de las universidades españolas (Alicante, Autónoma de Barcelona, Autónoma de Madrid, Barcelona, Castilla-La Mancha, Complutense de Madrid, Córdoba, La Coruña, León, Lleida, Murcia, Oviedo, Pablo Olavide, País Vasco, Salamanca, Santiago de Compostela, Sevilla, UNED, Valencia, Valladolid, Zaragoza y la propia Extremadura), pero también de importantes centros extranjeros (las portuguesas Universidade de Lisboa y Universidade Nova de Lisboa, la sueca Stockholms Universitet, la argentina Universidad Nacional del Sur, la brasileña Universidade Federal de Sergipe, o la británica Oxford University), y de otras instituciones no universitarias. En total, cerca de setenta jóvenes investigadores que han hecho de este congreso una fecha marcada en el calendario y un órgano de reivindicación de sus trabajos, de gran calidad y profundidad. Un simple vistazo a los programas y las actas—las dos primeras ya editadas— de sus tres celebraciones deja claro el valor de éstas.
Las características del congreso en una imagen: reflexión, Edad Media y buen tiempo. (Fuente: Web del congreso)
Hace ya cuatro años nacía este evento , en palabras de uno de sus principales inspiradores, «buscando un objetivo muy definido: intentar convertirse en un punto común de encuentro donde los jóvenes investigadores dedicados al estudio de la Edad Media pudieran compartir sus resultados, sus metodologías y sus objetivos, además favorecer el debate y la discusión interdisciplinar sobre una determinada materia histórica«, tomando el relevo de un formato parecido celebrado en Lorca que identificaría bianualmente a los investigadores unos años mayores. Y, desde luego, cuatro años después puede verse que se ha logrado el objetivo.
Una reunión científica hecha por y para jóvenes investigadores, realistas y conscientes de todos los problemas que existen para el desempeño de una profesión tan hermosa como poco agradecida como es el oficio del historiador. Un lugar de encuentro que es, ya en sí mismo, un esforzado milagro: porque en un momento de crisis generalizada, especialmente cruel con el sector de la investigación —y, dentro de éste, aún más con el de las Humanidades— y con un apoyo institucional si no inexistente sí sumamente exiguo —amén de las zancadillas internas inherentes a este a veces ruin mundo universitario, siempre procedentes de los lugares más cercanos—, haber conseguido que este evento naciera, se consolidara y tuviera vocación de continuidad roza el milagro. Un milagro que lo debe todo al esfuerzo desinteresado, generoso, sincero y hasta la extenuación de sus inspiradores y promotores. Ellos saben lo que han bregado para conseguirlo; y el resto de la «familia cacereña» también. Así lo certificó en un sentido aplauso cuando en la clausura de la última edición el ponente de cierre reconocía este mérito y, cargado de realismo, advertía de la dificultad de continuar la lista de encuentros.
Panorámica del congreso en su segunda edición, en octubre de 2013. (Fuente: Dpto. Historia UEx)
Pero ha sido enhorabuena, y tras la tercera llega la cuarta. Acaba de convocarse hace apenas unos días y no hay más que comprobar la reacción que esta noticia ha tenido en las redes sociales para ver lo mucho que promete. Porque, sobre todo, si hay algo que caracteriza esos días del invierno cacereño es el altísimo tono humano que se respira. Es un indiscutible y valorado foro de debate historiográfico entre verdaderos expertos que hace avanzar en mucho la historia medieval, desde luego; pero es además un ambiente de amistad y respeto indescriptible. De compañía intergeneracional entre profesores consagrados y jóvenes investigadores y aprendizaje mutuo, de debate y de diversión. De hecho, en sus descansos no es extraño oír decir que muchos van en buena medida «por la gente«. Gente acogedora e integradora, porque todos los años ha habido nuevos participantes que han vuelto a sus lugares de origen como uno más. Y siempre se quiere acoger a más personas, ponentes o público general.
Y este noviembre tiene visos de ser todo un manifiesto. Algo que no extraña, porque estos jóvenes medievalistas son cada vez más conscientes de las dificultades y no sólo no tiran la toalla, sino que con redoblado optimismo se enfrentan a ellas. Más allá de un reivindicativo cartel, el propio título elegido lo deja claro: «Estudiar la Edad Media en el siglo XXI: herencia historiográfica, coyuntura académica y renovación».
Saben de dónde vienen, viven un presente difícil y lucharán por avanzar en su vocación. Son la «Generación de Cáceres«.
Ante un panorama oscuro, los jóvenes no pierden el ánimo. (Fuente: Web del congreso)
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