Óscar Álvarez Alonso
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Estamos tan acostumbrados a ciertas cosas que a veces nos negamos a creer la realidad cuando la presentan ante nosotros. En plena época de plagas del Mosquito Tigre o el Mejillón Cebra (Aedes albopictus y Dreissena polymorpha respectivamente), el CSIC recientemente añadió a la lista de dichas especies invasoras el cangrejo de río. Pero no el americano, fuente de iras y maldiciones de ecologistas, sino al que todos con orgullo patrio llamaban “autóctono”. Y a todos se les ha quedado cara de no poder creerlo, porque como decimos aquí, ése es “el de toda la vida”, el que se lleva años intentando proteger.
El “de toda la vida”, se remonta al siglo XVI. Es en aquella época cuando se ha demostrado, mediante un equipo multidisciplinar en el que han participado biólogos, arqueólogos, historiadores y lingüistas, que por expreso deseo de Felipe II se importan cangrejos desde Italia para su introducción en la Península Ibérica. Se conservan incluso los documentos de las negociaciones, que parece duraron 5 años, hasta que Francisco I de Médici, Tercer Gran Duque de Toscana, envió el primer cargamento a Madrid. (1)
El estudio, por tanto, plantea dilemas como el de si es necesario hacer un esfuerzo, económico e institucional, por conservar una especie introducida en nuestros ecosistemas frente a otra especie también introducida (el americano fue traído en la década de los 70 y cierto es que con él vinieron enfermedades que en muchos casos son letales para el ya instalado en nuestros ríos). Quizá el matiz esté en que una especie introducida no tiene por qué ser invasora, esto es, causar graves daños al ecosistema en el que se introduce y a las especies que en él habitan. Se puede naturalizar y pasar a formar parte del ecosistema integrándose como una más. Pero, personalmente creo que hay que plantearse algo más. La Península Ibérica fue ocupada, conquistada, vivida y habitada por diferentes pueblos y culturas que dejaron su rastro en ella. Templos romanos, mezquitas, iglesias prerrománicas, palacios o ciudades escondidas son el reflejo de sus influencias artísticas y culturales que muchos trajeron consigo. Las diferentes lenguas que tenemos también contienen esa riqueza, es algo de lo que muchos nos sentimos orgullosos. De lo que muchos se olvidan es que esos mismos «invasores» trajeron consigo los animales y plantas que conocían y querían o que simplemente cultivaban.
La gineta (Genetta genetta) fue traída por los romanos que la usaban de animal de compañía y les ayudaba a mantener los graneros libres de roedores y ahora es un animal adaptado perfectamente a nuestros bosques (2). Nadie duda de lo bello y totalmente propio de Elche que es su Palmeral, aún sabiendo que la palmera datilera (Phoenix dactylifera) también fue introducida, probablemente por los cartagineses e impulsada por los Omeyas quienes hicieron de ella un árbol casi fetiche (3).
Muchas veces incluso nosotros mismos lo hicimos. No hay nada más español que una exquisita tortilla de patata, acompañada de unos pimientos fritos y de un buen “pa amb tomàquet”, todo ello genuinamente mesoamericano, cocinado, eso sí, con aceite de oliva virgen extra de Jaén, el mejor del mundo pero mentiroso en su nombre científico (Olea europaea), ya que es originario de Oriente Medio y Asia Menor, y fue introducido por griegos y fenicios (4). Y casi mejor no hablar de limoneros, naranjos, castaños, ciruelos, granados… O de la Macaca de Gibraltar, de la que se tienen vestigios en la península antes de la última glaciación, hace 30.000 años, que se quedó relicta en África y luego volvió a ser introducida. O incluso de las grandes polémicas sobre animales como el muflón, introducidos para la caza (5), pero de los que también hay registros fósiles de que su expansión por Europa antes del neolítico era inmesa y fue precisamente la caza lo que lo relegó a las islas de Córcega y Cerdeña.
Evidentemente esto no es un llamamiento a la introducción y suelta masiva de animales o plantas, ni un desdén por los problemas medioambientales que otras especies provocan allí donde no son originarias. Es, por el contrario, una reflexión sobre todo lo que los diferentes pueblos cambiaron unos con otros, trajeron y dejaron, algo que va mucho más allá de las piedras y las palabras, y que aún siendo invasores también son nuestro patrimonio.
(1) M. Clavero, C. Nores, S. Kubersky-Piredda y A. Centeno-Cuadros. Interdisciplinarity to reconstruct historical introductions: solving the status of cryptogenic crayfish. Biological Reviews DOI: 10.1111/brv.12205.
(2) Herrero, J. & Cavallini, P. (2008). «Genetta genetta». Lista Roja de especies amenazadas de la UICN 2010.1.
(3) Emilio García Gómez, Poesía arabigoandaluza, Madrid, 1952, p. 24.
(4) Terral, Jean-Frederic; Natalia Alonso (2004). «Historical biogeography of olive domestication (Olea europaea L.)». Journal of Biogeography 31: 63–77.
(5) La catalogación del muflón como «especie exótica» prohibirá su caza.
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