Nadie que haya frecuentado la poesía inglesa podrá olvidar el pareado final del soneto XVIII de Shakespeare[1]. Tras buscar en vano paralelismos entre la belleza de la persona amada y un día de verano (“Shall I compare thee to a summer´s day…?”), el poeta opta por afirmar su propio verso, su poesía misma, como único espacio en el que se podrá preservar eternamente la persona amada, más allá del mundo natural y, sobre todo, más allá de la sombra de la muerte (“…nor shall Death brag thou wander´st in his shade”). Se llega así a la memorable conclusión final.
“So long as men can breathe or eyes can see,
So long lives this, and this gives life to thee”. Continue reading