Hasta llegar a esta frase, el desarrollo de la escritura ha recorrido un camino muy largo. No hablo ya de gramática, de construcción del idioma o del significado de las palabras, sino simple y llanamente de cosas que tenemos tan interiorizadas como que una A es una a, que I y l son dos letras diferentes o que el orden correcto para intentar leer estas líneas es de izquierda a derecha, empezando por arriba. Ese tipo de cosas a las que no solemos prestar atención.
Vilafranca (1239-1412): Una nueva aportación a la historia rural valenciana
Estimados lectores de Studia Humanitatis, tengo el placer de dirigirme a vosotros gracias a la invitación realizada por Alberto Reche, a quien quiero agradecer de todo corazón la posibilidad que me ofrece para dar a conocer una de mis últimas publicaciones. En efecto, aprovecho esta ocasión para presentaros el libro que he publicado hace un par de meses y que lleva por título Vilafranca (1239-1412). Conflictes, mediacions de pau i arbitratges en una comunitat rural valenciana (Ajuntament de Vilafranca – Publicacions de la Universitat Jaume I, Castelló de la Plana, 2016)Esta obra recoge una de las partes de mi tesis doctoral, defendida el pasado año, y está dedicada al estudio de la conflictividad en una pequeña comunidad rural valenciana, situada en la comarca de Els Ports, justo en la frontera con el reino de Aragón. Y, tras leer estas primeras líneas, podéis pensar, ¿qué puede tener de atractivo un libro sobre un pequeño pueblo perdido en las montañas? Además, es un estudio de historia rural, que también puede resultar poco atrayente a simple vista frente a otras aportaciones más emocionantes de la historia… Entonces, ¿por qué interesarse por este trabajo? Pues voy a intentar convenceros para que, por lo menos, le echéis un vistazo.
¿Por qué Sócrates te debería caer mal y no lo hace?
Si hay una cosa que todo el mundo que haya pasado por Filosofía en el Bachillerato tiene más o menos claro es que Sócrates era un tío cojonudo y que Platón, aunque algo cansino con la espeleología, también se hacía querer. Ya sabéis, los Padres de la Filosofía, los verdaderos pensadores, los educadores de la juventud… Pues lo siento, pero siempre me han caído como el puto culo. Perdonad la expresión, pero es que ya está bien. Ganaríamos mucho como sociedad si los viéramos sin la máscara que la cultura romana primero, y el Humanismo después, tejieron para ellos.
De Sócrates se ha dicho tanto, y desde tantos puntos de vista, que el personaje histórico hace mucho que ha dejado de tener entidad. Ya Platón, al convertirlo en la piedra angular sobre la que reposaban sus diálogos, ejerce de intérprete interesado entre Sócrates y la posteridad y nos crea la primera de las pantallas que ocultan al personaje. No será el único; en el polo opuesto, Aristófanes no dudará en hacer a nuestro querido filósofo blanco de sus burlas. ¿Qué podemos saber de cierto en todo este escenario? ¿De aquello que Sócrates hizo y dijo?
De monjes, piratas y griegos.
A veces los nombres engañan. No los nombres en sí, por supuesto, sino el significado que les atorgamos y que define lo que son. La mayor parte de las veces no nos paramos a pensar en ello aunque, cuando lo hacemos, esbozamos una sonrisa por los recovecos que toman las etimologías de las palabras. Todo esto viene al caso porque, hace unos días, estuve hablando con unos conocidos sobre el origen de Mónaco.
A primera vista parece de esas palabras con un origen facilón. Mónaco se parece sospechosamente a monachus (monje, en latín) y monaco (en italiano) como para ser algo más que una coincidencia fonética. De hecho, el escudo del segundo país más pequeño del mundo ensalza esta similitud sin tapujos, como podéis ver:
Juegos de Rol: Un Portal a la Historia y la Literatura
El último cuarto del siglo veinte trajo consigo una verdadera revolución en cuanto a formas de ocio. El cine llegó a las casas gracias a la aparición de los reproductores de vídeo, que convirtieron cada salón en una sala de cine privada. Los videojuegos irrumpieron en escena, y con cada nuevo avance tecnológico, su presencia y su potencial como nueva forma de ocio se hacía más y más evidente. Hoy en día, el mercado de los videojuegos mueve casi tanto dinero como la industria del cine, y en términos de beneficios netos, posiblemente la supera. Durante aquella época se plantaron también las semillas de lo que más adelante se convertiría en internet, con todas sus infinitas posibilidades: juegos online, enciclopedias colectivas, redes sociales, y blogs como el que están leyendo. Continue reading
¿Por qué fijarse en las ciudades medievales?
Tristes tópicos; uno de nuestros temas preferidos en el blog. Y es que parece que pocas cosas en nuestra visión estandarizada de la Edad Media escapan a la buena pátina de cutrez, oscuridad y mal rollo que desde el Renacimiento algunos se han ocupado de verter sobre todo aquello que quedara, cronológicamente, entre el esplendor imperial romano y sus propias posaderas. Y bueno, el revival febril del Romanticismo tampoco es que ayudase… como mucho sirvió para disociar «lo bonito» de «lo real». Claro que existió una Edad Media cuqui pero – decían de pasada los románticos y, aún peor, pontifican hoy los neorrománticos 3.0- en el plano de lo ficticio; la de las haditas, los elfos, los castillos de mármol reluciente y las princesitas de hielo con sus lindas cabelleras, o la de las visiones neocons de la Edad Media fantástica más televisiva. Vamos, que la Edad Media real, la vivida, no le ha importado un pimiento a nadie en los últimos siglos, más allá de a algún iluminado. Y así nos va. Continue reading
El papel más deseado: el maestro románico.
Si hay un maestro románico conocido por todos ese es el Maestro Mateo. La firma en los dinteles del Pórtico de la Gloria y el contrato entre el cantero y el rey Fernando II de León son aspectos que nos aportan una información muy valiosa sobre la figura de este hombre encargado de levantar el gran templo de la cristiandad.
«Conviene a la regia majestad atender mejor a aquellos que le son conocidos por mostrar obediencia fielmente, y especialmente a aquellos que son notorios por dedicar sus servicios a los santuarios y lugares de Dios. Por estas cosas yo, Fernando, rey de las Españas, por amor de Dios, por quien reinan los reyes, y por la reverencia de Santiago, piísimo patrón nuestro, como pensión, te doy y concedo a ti, maestro Mateo, que posees la primacía y el magisterio de la obra del citado apóstol, cada año la percepción de dos marcos a la semana, sobre mi mitad de moneda de Santiago, y que lo que falte una semana sea suplido en la otra, de manera que esta percepción te represente 100 morabotinos anuales. Esta pensión, este don, te doy durante toda tu vida, para que siempre la tengas, y para la obra de Santiago, y sea mejor para tu persona; y aquellos que vieran, velen y se dediquen con afición a la citada obra. Fernando II de León a 23 de Febrero del año 1168.» [1] Continue reading
Reyes, nobles e intereses: una cuestión de perspectiva
(Pido perdón por adelantado a milord Oliver Vergés. Él sabe por qué)
Allá por el mes de junio, a propósito de la batalla de Poitiers, el Jefe (que probablemente me mate por llegar tarde, mal, y encima llamarlo así) nos advertía sobre uno de los grandes peligros de la Historia: el de reconstruirla desde el presente. Y efectivamente, con esa ventaja que dan disfrutar de una visión panorámica y tener disponibles todos los datos conocidos (porque siempre hay rincones a los que no acaba de llegar la luz; y no, la Edad Media no es uno de ellos), uno puede hacerse una idea más o menos clara de cómo han ido sucediendo las cosas y visualizar así procesos históricos de duración y coherencia variables. Pero, claro está, quienes vivieron en el pasado no tenían esa ventaja. Ni consultando los astros. Como cualquiera de nosotros, no podían conocer toda su historia ni las consecuencias reales de sus actos. Podían, eso sí, especular lo que quisieran acerca de lo que estaba por venir, pero, sobre todo, podían juzgar su presente y su pasado según su perspectiva de las cosas. Lo que supone otro gran peligro para quien se fija en ellos: el de dejarse llevar por esa misma perspectiva.
Esto vale para la Edad Media, sobre todo para sus siglos centrales (del XI al XIII) y en los casos en los que hay nobles (otro día hablaremos sobre lo peligrosa que es también esa palabra, «noble») que por una razón u otra se enfrentan con un poder central o que aspira a serlo. Vale, por ejemplo, para los condados catalanes de aquel período. Los condes de Barcelona se presentan como los defensores de la paz, como herederos de un antiguo poder público garante de estabilidad. Pero incluso cuando avanzado el siglo XII la dinastía barcelonesa se hace un sitio en el trono de Aragón, la suya es solo una opción hegemónica en un territorio todavía en construcción como es el catalán. Hasta su extinción en la década de 1110, las familias condales de Cerdanya y de Besalú, cuyos dominios irían a parar a manos de sus homólogos barceloneses, actuaban con más o menos independencia, como lo habían hecho en el pasado. Aunque quizá el ejemplo más claro sea el de los condes de Empúries y Peralada, quienes llegarían a declararse fieles a la dinastía de Barcelona sin por ello reconocerse sometidos a la misma (1). Continue reading
Ese loco combate medieval
Existe un consenso generalizado sobre cómo debe ser el combate con armas en la Edad Media. Quien más, quien menos tiene una opinión formada sobre la manera (las distintas maneras, de hecho) en que se combatía a lo largo y ancho del Medievo, ya fuera a pie o a caballo, a distancia o en combate cerrado, con hachas, alabardas, mayales o espadas. Pero lo cierto es que, aunque nos duela admitirlo (porque es una certeza que tenemos muy arraigada), el ciudadano medio sabe más bien poco sobre las formas de combatir en la Edad Media. ¿Por qué es esto así?
Hasta no hace mucho, nuestra relación con las formas del combate medieval con armas – fuera de los círculos eruditos – se ha movido casi en exclusiva a través de los cánones que han marcado la literatura y el cine de acción y aventuras. Ya desde la publicación del Ivanhoe de Walter Scott (1819) las figuras del guerrero y del combate con armas se convirtieron en una de las señas de identidad de cualquier revival medievalizante. Ahora que hace apenas unas semanas que ha muerto Víctor Mora, cuesta no señalar el impacto que El Capitán Trueno y sus adláteres tuvieron en la imaginación de generaciones enteras de españoles. El intercambio de fieros espadazos entre bravos caballeros, las melés caóticas o el noble arte de la justa quedaron grabados a fuego en el imaginario colectivo de generaciones de lectores primero, de miríadas de espectadores después. Las superproducciones de Hollywood acabaron por fijar, esta vez en movimiento, la manera correcta de combatir cuerpo a cuerpo en la Edad Media, a caballo entre la bravura personal y el elogio fálico a quien blandía la espada más grande. Continue reading
Talbot Mundy: Aventura, Misticismo y Fantasía Oriental
Contra todo temor; contra el peso de aquello
que, a falta de nombre peor, los hombres mal llaman ley;
Contra la tiranía del Credo, contra el ardiente
e inmundo credo del párroco, y las fauces de la Superstición.
Contra todos los grilletes creados por el hombre;
y el Infierno creado por el hombre…
Sólo, al fin, sin ayuda, ¡YO ME REBELO!Talbot Mundy, 1914
Hoy en día, desde nuestro punto de vista «milenial», es fácil echar la vista atrás y ver en el tumultuoso nacimiento del siglo XX una época marcada por la aventura. El cine y la literatura pulp nos han legado una imagen arquetípica del período y de los conflictos armados que culminaron en el estallido de la Primera Guerra Mundial. El mundo era aún susceptible a ser explorado, y un hombre decidido podía hacerse a sí mismo si no temía desafiar el orden establecido. Ése es el perfil de muchos de los héroes sobre los que podemos leer en la literatura popular del momento, pero raro es el caso en el que este perfil se aplica también a su autor. William Lancaster Gribbon (1879-1940), más conocido por su seudónimo literario Talbot Mundy, pertenece a ese grupo. Entre todos los escritores que publicaron su obra en las revistas pulp, Mundy es, sin duda, uno de los autores cuya propia vida supera a la ficción. Continue reading