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Me gusta perderme por las librerías de viejo y revolver paradas en encantes y mercados de libros y cachivaches varios; uno nunca sabe lo que se va a encontrar. De hecho, la mayoría de las veces encontrar o no es lo de menos, el momento se disfruta igual. Quizá Kavafis tuviera razón y lo importante del asunto sea paladear el proceso, sin la presión de los objetivos. No lo sé, y nada de eso importa cuando uno se sumerge en la pequeña burbuja de tiempo que se genera entre montañas de libros viejos.
Pero a veces – más frecuentemente de lo que el espacio doméstico permite – se encuentran cosas. Y, también a veces, se topa uno con libros inesperados.
Reinas sin Corona, de Anny Latour, es uno de esos casos. Llegó a mis manos hace unos años, a través de algún puesto del Mercat de Sant Antoni. Sinceramente, ni siquiera sé cómo o por qué me fijé en él: edición en pequeño formato de 1968, manoseada, fondo y letras rosas y figuras vestidas de época ilustrando la portada. Para más inri, publicado en una colección llamada “Novelas y Cuentos”. Todos los elementos para desterrarla a la categoría de novelitas amorosas-sentimentales y a otra cosa mariposa. Por suerte, leí la contraportada y comprendí algo que no hay que olvidar nunca: que con los libros pasa como con las personas, la primera impresión no tiene porqué ser siempre la correcta. Y como uno será muchas cosas pero intenta ser honesto, la primera de nuestra (espero que larga) serie de recomendaciones la dedico a ese pequeño descubrimiento inesperado.
Lejos de ser una novelita o un cuento, Reinas sin corona es un ensayo histórico de lectura bastante agradable. Escrito en 1967 recorre uno de los elementos más desconocidos y menos valorados de la vida intelectual y política de la Europa Moderna y Contemporánea: el salón y la presencia femenina en él como un elemento formador. Del mecenazgo artístico de Isabel de Este a Gertrude Stein pasando por la marquesa de Rambouillet, Ninon de Lenclos, Madame de Geoffrin, la princesa Cristina de Belgiojoso o Juliette Adam entre otras, Latour nos desgrana los pulsos de la vida intelectual europea en clave femenina.
Epicentro de las nociones de urbanidad, de las corrientes artísticas, de los gustos literarios y de las intrigas políticas, el salón reúne entre sus paredes a escritores, artistas, pensadores y diletantes, casi siempre al amparo y bajo el cobijo y dirección de una figura femenina que, o bien ha quedado oculta o bien se ha frivolizado en exceso, hasta el punto de deformar el papel que estas mujeres tuvieron en el desarrollo de la vida intelectual europea de los últimos siglos. Un papel que ni mucho menos es de comparsa o de elemento decorativo, como a veces se nos ha dicho.
No se trata de hacer apología – o quizá sí, ¡diablos! – del papel de la mujer en la Historia, si no de resituar los hechos en su realidad histórica. Ocultar, negar o infravalorar el papel femenino en la cultura, tanto en su creación como en su transmisión no sólo no lleva a ninguna parte sino que es negarnos las claves para comprender nuestro pasado. Es, además, un flaco homenaje a todas esas mujeres con vestidos de plumas sin las cuales la vida sería otra cosa pero, sin duda, mucho menos vida.
Muy interesante!!!!