Que Agamenón es un imbécil es una apreciación que salta a la vista para quien haya leído la Ilíada o se haya acercado a la guerra de Troya a través de casi cualquiera de sus versiones. El señor de Micenas, caudillo de los aqueos, no sale nada bien parado, no ya de la ineludible comparación con Aquiles, sino por sí mismo y sus acciones. Casi parece que Homero se empeñe en hacernos ver la dualidad del personaje desde el mismo momento en el que entra en escena. Como buen autor, Homero recoge la tradición existente y la modifica sutilmente en servicio de la trama que está construyendo sobre esos extraños días del décimo año de la guerra contra Troya y sobre el canto a la justa cólera de Aquiles, pronto convertida en un acérrimo pacifismo que nos apabulla por su modernidad. La propia etimología del nombre de Agamenón nos lo identifica como «firme, muy resuelto» pero en manos de Homero esa firmeza heroica, positiva, se torna toda ella en obstinación negativa. Cabezota. Y en ese cambio de guión, aparentemente insignificante, aparece la mano del autor y la crítica política que convierten a la Ilíada no en una mera recopilación de historias anteriores, sino en una visión personal del nuevo mundo surgido de eso que llamamos la Grecia Oscura. Continue reading