Si hay un arte especialmente ligado a las estaciones del año ése es el Románico. Por muchos y variados motivos: por ser un arte presente en todos los aspectos – cotidianos y trascendentales – de las comunidades agrícolas que articularon la Europa de los siglos XI y XII; por erigir unas iglesias que son, en sí mismas, biblias en piedra y relatos pedagógicos de una religión anclada en ciclos anuales; por representar en sus capiteles oficios, tareas y gestos que nos hablan del día a día más cotidiano.
Por ello, hablar de primavera y de románico sólo puede ser una buena idea. El románico se ha convertido en un espectáculo cultural gracias al interés y la fascinación que despierta entre los apasionados a la arquitectura, a la simbología, al paisaje y al halo de ensueño atemporal que se dan cita en él. No es de extrañar, por tanto, que cada vez sean más las iniciativas que buscan dar a conocer y poner en valor el patrimonio arquitectónico y artístico románico, tantas veces olvidado o apenas conservado. Continue reading