Hace dos semanas empecé a escribir una serie de entradas sobre una de las potencias del África Negra medieval. En concreto, sobre un reino que en árabe recibía el nombre de «Ǵāna», pero al que los expertos llaman «antigua Ghana» para evitar confusiones con la Ghana actual. Hay quien dice que la elección del nombre de esa Ghana actual, anteriormente denominada «Costa de Oro Británica» y primer Estado subsahariano en surgir del proceso de descolonización del continente (lo hizo en 1957), tuvo mucho que ver con un deseo de reivindicar un pasado dorado. Un tiempo en el que los antiguos ghaneses habían gozado de la hegemonía sobre los demás Estados del África Occidental. Solo que los antiguos ghaneses, encabezados por el grupo étnico de los soninké o sarakolé, no habían construido su reino en los territorios que hoy pertenecen a la república ghanesa, sino más al Noroeste, en el interior de las fronteras actuales de Mauritania y de Mali. Y, por si esto fuera poco, a su reino ni siquiera lo conocían por los nombres de Ǵāna o antigua Ghana. Cualquiera que fuera la variante de la lengua mande que hablaran, ellos le daban el de «Wagadu».