Estudiar la guerra ha parecido durante mucho tiempo algo rancio y sin sentido. Para el ciudadano medio la guerra es la barbarie máxima, la exaltación de unos valores diametralmente alejados de la sociedad actual. Lo que ocurre cuando todo lo demás falla y, por tanto, un acto imperfecto por su propia naturaleza. Por ello, a los historiadores que hablamos de la guerra a veces se nos mira con cierta sospecha nacida de confundir análisis crítico con belicismo.
Estudiar la guerra, como concepto, no es necesariamente quedarse en la espuma del acontecimiento o ensalzar la violencia y el militarismo. Es acercarse a un fenómeno complejo, profundamente poliédrico, que por su carácter de escenificación pública nos permite entender muchas cosas de cómo funcionan las sociedades que la ejercen o la padecen. Hace un par de años tuvo lugar en Cáceres un encuentro de jóvenes medievalistas dedicado, precisamente, a la guerra en la Baja Edad Media (podéis consultar las actas de aquel encuentro aquí). Las ponencias y comunicaciones presentadas dejaron en evidencia una cosa: el estudio de la guerra ha dejado de ser el monopolio de los eruditos de salón y ha entrado con fuerza en el pensamiento de los jóvenes investigadores, que ven en ella el canal para explicar aspectos de la sociedad europea de los siglos XIV y XV que de otra forma permanecerían ocultos. Continue reading