Presentar a José Saramago de buenas a primeras por sus logros sería caer estrepitosamente en la aceptación superficial de su figura y no en la profundidad e inspiración de sus ideas y relatos. Relatos que concibió y escribió a caballo entre Lisboa y Tías (Lanzarote), reconociendo ya de mayor una extraña seducción inefable que lo arrastraba al paisaje desierto y volcánico de la isla canaria. En cierta ocasión, estando un servidor de vacaciones por la isla, no pude resistirme a visitar su casa y biblioteca, hogar-museo desde que falleció en 2010. El hogar de Saramago se convirtió desde el final de las dictaduras de Salazar en Portugal y Franco en España, en un lugar de peregrinación donde pasaban a tomarse un café portugués todo tipo de idealistas, intelectuales y gentes del socialismo. Aquella casa de Tías, juntamente con la propiedad del escritor en Lisboa, consciente o inconscientemente, se convirtió en un nexo donde el progreso político e intelectual buscaba el calor y la reflexión del escritor luso. Unos años nobles tras la censura imperante y la Revolución de los Claveles, en la que participó, en que el autor no publicó absolutamente nada porque “no tenía nada que decir”. Solo redactó poesía en la intimidad llegándose a publicar discretamente en 2005. Continue reading