A mi parecer, no hay nada más misericordioso en el mundo que la incapacidad del cerebro humano de correlacionar todos sus contenidos. Vivimos en una plácida isla de ignorancia en medio de mares negros e infinitos, pero no fue concebido que debiéramos llegar muy lejos. Hasta el momento las ciencias, cada una orientada en su propia dirección, nos han causado poco daño; pero algún día, la reconstrucción de conocimientos dispersos nos dará a conocer tan terribles panorámicas de la realidad, y lo terrorífico del lugar que ocupamos en ella, que sólo podremos enloquecer como consecuencia de tal revelación, o huir de la mortífera luz hacia la paz y seguridad de una nueva era de tinieblas.
La Llamada de Cthulhu, H.P. Lovecraft
A principios del siglo XX, el terror aún no estaba definido como género literario. Los escritores que practicaban dicha modalidad, como Edgar Allan Poe, eran incluidos dentro de la weird fiction, la ficción extraña, cajón de sastre en el que se incluían todas aquellas historias que se salían de lo corriente. Las fronteras entre fantasía, terror y ciencia ficción eran difusas y permeables, aún no fosilizadas por intereses editoriales y comerciales. Este clima literario propició la irrupción de una serie de autores que llevaron la weird fiction a nuevos territorios. Algunos de ellos fueron enormemente influyentes para las generaciones venideras de autores de género, pero pocas plumas tuvieron el impacto y la trascendencia que alcanzara, mucho después de su muerte, la de un erudito, reservado y excéntrico caballero de Providence, Rhode Island. Estamos hablando, por supuesto, del padre del terror cósmico, Howard Phillips Lovecraft. Continue reading