En su Apostilla a El Nombre de la Rosa, Umberto Eco explicaba que para él hay tres maneras de contar el pasado. La primera es lo que llama el romance, y en ella el pasado no sería más que un pretexto para dar riendas sueltas a la imaginación. Después estaría la novela de capa y espada, donde se toman personajes «registrados por la enciclopedia» para generar un pasado “real” y reconocible, pero donde se entremezclan actos reales y ficticios y entran en escena personajes de fantasía que, no obstante, «expresan sentimientos que podrían atribuirse también a personajes de otras épocas». Y finalmente está la novela histórica, donde no es necesario que haya personajes reconocibles «desde el punto de vista de la enciclopedia» pero cuyos actos sólo pueden encuadrarse en el momento histórico del que hablan, sirviendo «para comprender mejor la historia, lo que sucedió»[1].
Podríamos decir que la obra de Pérez-Reverte se corresponde con la llamada novela de capa y espada, porque además de mezclar personajes reales con ficticios y construir un entramado narrativo situado entre la realidad y la ficción, expresa sentimientos que pueden atribuirse a otras épocas. De hecho, el narrador de toda esta saga literaria, Íñigo Balboa, parece situarse en el tiempo del lector, reflexionando, además, sobre los propios acontecimientos históricos. Continue reading