Wagadu, un reino medieval del África Occidental (II)

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Alejandro Martínez Giralt

Barcelona, 1981. Doctor en Historia Medieval por la Universitat de Girona, a la que saltó después de haberse licenciado en Historia en la Universitat Autònoma de Barcelona. Especializado en nobleza de la Baja Edad Media, no renuncia al sueño de crear algún día una serie sobre los vizcondes a los que ha dedicado su tesis doctoral... Pero, por el momento, coordina el área de Historia en Aulae.es.

Hace dos semanas empecé a escribir una serie de entradas sobre una de las potencias del África Negra medieval. En concreto, sobre un reino que en árabe recibía el nombre de «Ǵāna», pero al que los expertos llaman «antigua Ghana» para evitar confusiones con la Ghana actual. Hay quien dice que la elección del nombre de esa Ghana actual, anteriormente denominada «Costa de Oro Británica» y primer Estado subsahariano en surgir del proceso de descolonización del continente (lo hizo en 1957), tuvo mucho que ver con un deseo de reivindicar un pasado dorado. Un tiempo en el que los antiguos ghaneses habían gozado de la hegemonía sobre los demás Estados del África Occidental. Solo que los antiguos ghaneses, encabezados por el grupo étnico de los soninké o sarakolé, no habían construido su reino en los territorios que hoy pertenecen a la república ghanesa, sino más al Noroeste, en el interior de las fronteras actuales de Mauritania y de Mali. Y, por si esto fuera poco, a su reino ni siquiera lo conocían por los nombres de Ǵāna o antigua Ghana. Cualquiera que fuera la variante de la lengua mande que hablaran, ellos le daban el de «Wagadu».

Príncipe sarakolé y esclava hacia 1890, según el dibujante francés Pierre-Georges Jeanniot («Ilustrations de Côte occcidentale d’Afrique»; fuente: Gallica, Bibliothèque Nationale de France).

 

De lo que acabo de comentar hablé ya en el capítulo anterior, aunque puede que no esté de más recordarlo. Quizá habría sido más fácil librarse de caer en confusiones y malentendidos si los africanistas, los arabistas y los historiadores en general hubieran optado por emplear el nombre mande del reino medieval del que estamos hablando. Pero el caso es que el término elegido ha sido el de «antigua Ghana». ¿Puede que sea porque «Wagadu» resulta más extraño y parece más difícil de recordar que «Ghana»? ¿O puede que se deba más bien a la pervivencia, consciente o inconsciente, de la idea paternalista de superioridad cultural, ya sea islámica (Ǵāna), ya sea colonial o postcolonial (Ghana), sobre lo autóctono? Porque, de ser esto último, entonces Wagadu cobra todavía más importancia como muestra de la capacidad del África subsahariana precolonial de dar a luz a Estados no impulsados por potencias externas, sino, como mucho, construidos o consolidados bajo la influencia económica, política y religiosa de aquellas.

Precisamente el factor económico parece haber sido uno de los motores del nacimiento de Wagadu y de la hegemonía sobre los demás países del África Negra (el Bilād al-sūdān de los arabohablantes) que éste iba a alcanzar entre los siglos VIII y XI. El pasado dorado de los soninké se habría cimentado sobre un control creciente de la circulación del oro (¡nunca mejor dicho!), y, luego también, del intento de dominar también sus zonas de extracción. ¿Por qué si no iban a llamarlo entonces «la tierra del oro»? Que es justamente el calificativo que le dio el geógrafo y matemático persa al-Fazārī en el atlas que dedicó al califa de Bagdad al-Ma’mūn a principios del siglo IX. (1)

Caravana haciendo escala hacia 1890, según Jeanniot. Comitivas como éstas recorrían el Sáhara para mantener abierto el tráfico del oro entre Wagadu y el Norte de África («Illustrations de Côte occidentale d’Afrique»; fuente: Gallica, Bibliothèque Nationale de France).

 

En los tiempos de al-Fazārī, Wagadu era un reino gobernado por la dinastía Cissé. Cada uno de los pueblos de etnia soninké parece haber desarrollado su propia versión de la historia de los Cissé, aunque a juzgar por el trabajo del africanista alemán Dierk Lange, está claro que al menos unas cuantas versiones del relato comparten aspectos y personajes comunes. En general, puede decirse que las tradiciones orales soninké coinciden en señalar a un tal Dyabé como el primer monarca Cissé de Wagadu. Éste sería uno de los muchos hijos de Dinga el Anciano, que según se decía había salido de Egipto con el fin de hacer fortuna en el Oeste africano. Otro de los vástagos de Dinga era Bida, que se convertiría en una serpiente de tres cabezas. (2) Bida prometió a los soninké lluvia y prosperidad, pero a cambio planteó una de esas exigencias tan propias de una monstruosidad como él: la entrega anual de la virgen más bella de todo Wagadu. (3)

Al aceptar la horripilante condición impuesta por Bida, la dinastía Cissé y los nobles que la apoyaban (los llamados wago) se iban a asegurar una larga continuidad en el poder, y, en último término, iban a conseguir una hegemonía duradera para Wagadu en el marco del África Occidental hasta el siglo XI. O por lo menos ésta es la explicación que la tradición soninké ofrece del auge de Wagadu. En el fondo, Bida no deja de ser el puente entre la dinastía reinante y los poderes sobrenaturales de cuyo favor depende la primera para prosperar.

Estatuilla de guerrero a caballo de los siglos XII-XVI procedente de Djenné, en el centro de Mali. Por lo que parece, parte del dominio de Wagadu se impuso a través del uso de la fuerza, y, en particular, del caballo como arma de guerra (Fuente: Metropolitan Museum of Art).

 

En el plano de lo real, muy probablemente el poder económico y la capacidad militar de los Cissé hicieran posible que Wagadu fuera expandiendo su dominio regional. Se impuso, por ejemplo, sobre el vecino reino de Tekrour, nacido en torno al río Senegal y a la explotación de las minas de oro de Bambouk (en los montes que se encuentran entre los actuales Senegal y Mali), convirtiéndolo en el siglo X casi en un Estado satélite. (4) Hacia el año 1000 llegó incluso a conquistar el importante centro de comercio bereber en el que se había convertido la ciudad de Awdaghust (Sureste de Mauritania). (5)

Mapa del curso del río Senegal publicado en 1846. En el extremo Sureste aparece Bambouk, en el valle de Falémé (Anne Raffenel, «Illustrations de Voyage dans l’Afrique occidentale, comprenant l’exploration du Sénégal»; fuente: Gallica, Bibliothèque Nationale de France).

 

El siglo XI, sin embargo, marca el límite del predominio de Wagadu sobre los demás Estados autóctonos del África Negra. En muchos aspectos, todo apunta a que la deposición en 1076 de Tumka-Manīn, que significó el fin de la dinastía Cissé y la conversión de la monarquía al Islam, coincidió con el inicio de la decadencia del viejo imperio soninké. Pero, sobre todo, son los almorávides quienes son considerados los auténticos responsables de la lenta caída de Wagadu. El motivo: los ataques que el líder almorávide Abū Bakr Ibn Umar habría lanzado sobre el reino por esas mismas fechas. Ataques que tienen sentido solo si se analizan la situación en el Norte de África y sus vínculos con al-Ándalus. Que, como imaginaréis, ya son temas para otro capítulo de esta serie.


(1) Citado en: Nehemia Levtzion, Ancient Ghana and Mali. Methuen, Londres 1973, p. 3. Sobre el atlas de al-Fazārī (el Kițāb al-Djā ‘Rafīyya) y lo que él y sus contemporáneos llamaban Ǵāna, véase M. Hadj-Sadok, Kițāb al-Djā ‘Rafīyya. Mappemonde du calife al-Ma’mun reproduite par Fazari (IIIe/IXe s.) rééditée et commentée par Zuhrī (VIe/XIIe s.). Bulletin d’Études Orientales, Damasco 1968, p. 95.

(2) Dierk Lange, “The Almoravid Expansion and the Downfall of Ghana”. Der Islam, 73 (1996), p. 316-326.

(3) G. Dieterlen y Diarra Sylla, L’empire de Ghana. Le Wagadou et les traditions de Yéréré. Karthala-Arsan, París 1992, p. 67-84; P. Koslow, The Ancient Ghana. The Land of Gold. Chelsea House, Nueva York 1995, p. 31-49; Nehemia Levtzion, op. cit., p. 16-18.

(4) Joseph Ki-Zerbo, Historia del África negra. Alianza, Madrid 1980, p. 149-152.

(5) Ibidem, p. 152-153. Véase también Nehemia Levtzion, op. cit., p. 128; y Jean Devisse, «Comercio y rutas comerciales en África occidental». En M. El Fasi e I. Hrbek (dirs.), Historia general de África, vol. 3. Tecnos-UNESCO, Madrid 1992, p. 398-399.

Alejandro Martínez Giralt

Barcelona, 1981. Doctor en Historia Medieval por la Universitat de Girona, a la que saltó después de haberse licenciado en Historia en la Universitat Autònoma de Barcelona. Especializado en nobleza de la Baja Edad Media, no renuncia al sueño de crear algún día una serie sobre los vizcondes a los que ha dedicado su tesis doctoral... Pero, por el momento, coordina el área de Historia en Aulae.es.
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