Y las cañas se volvieron lanzas

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Carlos J. Rodríguez Casillas

Licenciado en Historia por la Universidad de Extremadura, en la actualidad redacta su tesis doctoral sobre la guerra en el bajo Medievo castellano (especialmente la frontera luso-extremeña). Autor de varios artículos y monografías sobre esta temática, está bastante comprometido con la difusión del conocimiento histórico mediante la organización de congresos, y participando en programas radiofónicos y de televisión de ámbito regional.

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Tras este tradicional dicho popular se esconde una realidad que tiene que ver con el brusco cambio que puede sufrir un determinado proceso, pasando de lo grato y satisfactorio a lo trágico.

Para encontrar el origen de la expresión debemos remontarnos a los antiguos torneos caballerescos. En especial, al desarrollo de uno de los juegos más populares en la Castilla del siglo XV, como era el “juego de cañas”, que consistía en una carrera entre varias cuadrillas que se asestaban lanzazos con cañas unas a otras, simulando un combate.

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Representación de un juego de cañas llevado a cabo en la Plaza Mayor de Madrid durante el siglo XVI.

 

En este sentido, convendría recordar que, aunque un torneo podía tener ocasión con motivo de una determinada celebración, en realidad, estos eventos poseían un fuerte componente militar. No en vano, como ya afirmara Jean Flori, los soldados necesitaban de un entrenamiento que les pudiera hacer mejorar su actividad guerrera, y los torneos les proporcionaban ese marco en el que los señores ponían en práctica sus tácticas, mientras que sus guerreros acrecentaban su cohesión colectiva y mejoraban sus técnicas personales con el caballo y con la espada[1].

Si tomamos como referente a don Alonso de Monroy, Clavero de la Orden de Alcántara y uno de los grandes caudillos militares del bajo Medievo castellano, podemos leer en la crónica que narra su vida y sus hechos de armas que, cuando este señor de la guerra no mantenía ninguna contienda, se dedicaba a instruir militarmente a sus hombres haciéndoles combatir en los diferentes torneos que tuvieron lugar en Castilla a finales del siglo XV:

“luego [don Alonso de Monroy] se vino a Montánchez y estuvo allí un año, sin hacer otra cosa más que ejercitarse y gastar el tiempo con sus gentes en mostralles cómo se habían de haber en las guerras, torneando y en fiestas”[2].

En consecuencia, no nos debe resultar extraño que, debido al carácter belicista que tenían este tipo de exhibiciones, los guerreros que tomaban parte en estos juegos terminaran, en ocasiones, transgrediendo las reglas para llevar a cabo violentos enfrentamientos que a punto estuvieron de acabar con la vida de algunos de los participantes.

Precisamente, la anterior crónica citada recoge un magnífico ejemplo al respecto. Se trata de un enfrentamiento que tuvo lugar en el marco de un torneo de finales del siglo XV que se desarrolló en tierras extremeñas, y que fue organizado en honor de la boda de la hermana del Maestre de Alcántara con el noble trujillano Francisco Hinojosa.

Como venimos exponiendo, muchos de los guerreros que allí se dieron cita utilizaron algunos de estos espectáculos de cara a entrenar y mejorar sus cualidades militares. Como dice el propio autor del texto:

«y estando después de comer, un día antes de las fiestas, el Maestre con sus caballeros, mandoles que luchasen los que quisiesen, que en este tiempo la lucha era muy usada entre los guerreros militares. Y luego comenzaron a luchar muchos caballeros»[3].

No obstante, fue ya durante las propias fiestas cuando se realizaron toda una serie de juegos a caballo destinados a mostrar la destreza de los caballeros allí reunidos. En concreto, los juegos fueron dos: tirar la lanza lo más alto que se pudiese por encima de un tablado y los tradicionales “juegos de cañas”.

Centrándonos sobre todo en el desarrollo de este último juego, la rivalidad que nació en este mismo torneo entre Hinojosa (el futuro esposo homenajeado) y don Alonso de Monroy, derivó en un encarnizado enfrentamiento personal en el que el mismo novio estuvo a punto de perder la vida.

La viveza del relato así lo deja traslucir, introduciéndonos de lleno en la violenta lucha que mantuvieron ambos caballeros:

«Pues comenzado el juego de cañas, Francisco de Hinojosa tiró dos o tres cañas al clavero cara a cara, y la una de ellas por muy poco no le dio en un ojo. Viendo el clavero que Hinojosa tiraba mal y con ruin intención, salió una vez tras él, y diole con una vara en el arco postrero del adarga [del escudo] y pasó delante y dio en un casco que traía, y abollóselo y entróle por la cabeza, y hízole una herida. El Hinojosa, cargado de este golpe, que fue recio y debió acertar en parte peligrosa, cayó como muerto del caballo abajo»[4].

En definitiva, las cañas se volvieron lanzas y, según la tradición, este hecho supuso un punto de inflexión en la buena relación que mantenían por entonces el Clavero Monroy con el Maestre don Gómez Solís, desarrollándose desde aquel trágico hecho una profunda y sangrienta guerra entre ambos que asoló la Orden de Alcántara durante la segunda mitad del siglo XV.

Teatralización de este hecho en:

http://www.canalextremadura.es/alacarta/radio/audios/torneo-medieval-en-caceres


[1] FLORI, Jean: La caballería, Barcelona, 2001,p. 96.

[2] MALDONADO, Alonso de: Vida e historia del Maestre de Alcántara don Alonso de Monroy, Tarragona, 1978,p. 71.

[3]MALDONADO, Alonso de: Vida e historia…, Op. Cit, p. 67.

[4]MALDONADO, Alonso de: Vida e historia…, Op. Cit, p. 68.

Carlos J. Rodríguez Casillas

Licenciado en Historia por la Universidad de Extremadura, en la actualidad redacta su tesis doctoral sobre la guerra en el bajo Medievo castellano (especialmente la frontera luso-extremeña). Autor de varios artículos y monografías sobre esta temática, está bastante comprometido con la difusión del conocimiento histórico mediante la organización de congresos, y participando en programas radiofónicos y de televisión de ámbito regional.
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